La maquinaria publicitaria que ha lanzado este libro es un ejemplo de cómo funciona hoy en día el mundo editorial. El autor lo conoce, conoce el mundo de la prensa y de los medios, y sabe cómo preparar una entrada en el mercado. No quiero con ello quitar mérito al libro, ni mucho menos, pero tengo que reconocer que me ha irritado un poco el peso mediático. Las dos novelas anteriores me gustaron mucho, y este es el motivo por el que me enfrenté a las 700 páginas de la novela.
Los protagonistas son conocidos, especialmente el inspector Leo Caldas, su ayudante Estévez, otros miembros de la comisaría y el locutor de la emisora local que dirige la emisión radiofónica en la que Caldas se enfrenta a las preguntas de radiooyentes. Todo este escenario, con el fondo de la ría de Vigo, sirven de paisaje y de tramoya a una narración que comienza lenta, va acelerando y acaba en una sucesión imprevista de acontecimientos. Las conocidas citas lexicográficas interrumpen como de costumbre la narración a modo de «running gag». Según el propio autor, cada capítulo tiene una cierta entidad propia. En la práctica, la separación resulta a veces artificial y molesta.
La trama: un prestigioso cirujano acude a la comisaría a denunciar la desaparición de su hija Mónica, de unos 30 años de edad, profesora de cerámica en una escuela local de artes y oficios. A primera vista no parece motivo para iniciar una investigación, pues no hay huellas de violencia. El cirujano hace valer toda su influencia para que se investigue el asunto. A lo largo de muchas páginas van apareciendo personajes que pudieran estar implicados, desde un inglés, fotógrafo aficionado a las aves, hasta los contactos en la Escuela y Camilo, un joven «especial» con dificultades de comunicación que vive cerca de la desaparecida.
Los posibles móviles, la insistencia del cirujano, las dificultades para obtener información objetiva y la intuición del inspector van guiando a bandazos un proceso en el que suceden los sospechosos a un ritmo vertiginoso. Las particularidades de la investigación policial, con el papel de la justicia, el paisaje de la ría de Vigo, el viñedo del padre de Caldas y la supuesta reticencia a la comunicación directa que hace sufrir al aragonés Estévez son otros elementos de una novela en general agradable de leer, pero nada más. El desenlace me parece demasiado forzado.
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- Cien personajes en una vida
- Cena vegetariana, por Ana Canals
- El adolescente, por Leonor Canals
- El profesor de ajedrez, por Javier Valle
- Era un Ángel, por María Dolores Canals
- Farala, por Isabel Botas
- FNAC, por Miguel Sevener
- Fruta prohibida, por Ana Mateos
- Interface Sex, por Salvador Canals
- Julio en Alemania, por Javier Canals
- La Prisión, por Marta Canals
- La Red, por Faustino Nebrera
- Mundo helado, por Carlos Nebrera
- Música y Suárez, por Patricia Sevener
- Policía gorila, por Inés Mateos
- Prólogo
- Tío Benni, por José Valle
- Travesía a la Luna, por Soledad Canals
- Información y contacto
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Es cierto que el desenlace es forzado, demasiadas casualidades para poder llamarse una buena investigación. Pero me ha encantado leerla por la lentitud, el paisaje, el modo en que te metes en un entorno tranquilo y te quedas allí hasta que cierras la novela. Las 700 páginas también ayudan. La trama en esta novela es una excusa.