Música y Suárez, por Patricia Sevener

Era un día cualquiera, desayuno, me lavo los dientes, me visto y salgo a por mi motocicleta ecológica. Me cegó el sol y tuve que quitarme la chaqueta por el buen tiempo que hacía. Me rozaba el viento en los brazos, era la temperatura perfecta, todo estaba perfecto… Hasta ese mismo día en que apareció él, en esa tienda de discos de segunda mano, un sitio tan simple que no te imaginarías nunca que encontrarías una persona por la que darías todo lo que tienes. Entró en mi vida tan rápido que no me di cuenta, no quería darme cuenta de las consecuencias que me traería este repentino encuentro. En realidad no le conocía como conoces a un buen amigo, pero era lo mejor que había tenido en la vida. Era feliz, vivía en un universo paralelo al que me encontraba realmente, hasta el día en el que vino a casa, cogió sus cosas, me dio un beso con lágrimas cayendo por sus mejillas y me dijo que me quería. Pensé que estaría borracho y le devolví el beso mientras le abrazaba, pero me apartó bruscamente y salió por la puerta diciendo: no me esperes despierta. De repente, se me pasó ese año y 3 meses por mi mente durante unos cuantos segundos. Reaccioné a destiempo y salí a la calle en pijama buscándole desesperadamente, por fortuna vi en el autobús eléctrico un cartel que ponía: Los Ángeles.
Al día siguiente me vi en medio de una ciudad plagada de rascacielos que ni siquiera se veía el final. Busqué un hotel en el que podría alojarme durante la búsqueda de lo único que tenía. Llevaba una mochila con dinero y ropa, una gorra y mi móvil-mp3-agenda electrónica. Encontré una habitación disponible y me tiré a la cama nada más entrar. Se me derramaron unas cuantas lágrimas y me pregunté cómo había llegado hasta ahí, por un momento pensé en volver y dejar de hacer estupideces. Repetí la palabra “estúpida” durante unos cuantos minutos pero no me sirvió de nada.
Me puse en el portátil que había en la habitación, ya que en el año
2030 no podía existir ni un solo sitio donde no hubiese Internet. No sabía ni por dónde empezar, ya que no tenía la menor idea de qué motivo le haría desaparecer completamente.
Me puse a buscar información sobre Gonzalo Suárez, el padre de Julio. Nunca supe en qué trabajaba, era un hombre muy misterioso, atractivo y con mucho dinero. Julio nunca trataba con él salvo en ocasiones en las que los dos se veían obligados. Julio nunca me contó muchas cosas de él, solo sé que no fue nunca un hombre de fiar.

Tecleé su nombre en “google” y aparecieron 8 páginas con el nombre de Gonzalo Suárez. Busqué en la primera página, hablaba de la empresa de productos de limpieza e higiene. Cerré inmediatamente y me metí en la siguiente, tampoco era muy lógico. Después de una hora buscando, observé una página en concreto, no sé por qué pero tenía un buen presentimiento. Efectivamente, salía una foto suya en un “myspace” de música. Era lo último que me había imaginado, durante un instante pensé que no le recordaría bien y me estaba equivocando. Pero sabía que era él. Apunté su dirección y busqué en mi móvil-mp3-agenda electrónica la dirección, ya que también tenía GPS.
Salí corriendo y monté en mi motocicleta ecológica de color rojo intenso, siempre me había gustado la velocidad, me daba una sensación de libertad. Pero nunca me gustó comprarme esta motocicleta, sí es verdad que ha sido mi sueño durante varios años, pero al decirle a mi madre que me había comprado una motocicleta ecológica de color rojo intenso, me dijo simplemente: “espero que por lo menos seas feliz antes de abrirte la cabeza en dos”.
Llegué a la dirección que había escrito en un posit con la peor letra que he visto jamás. Llamé varias veces a la puerta. Finalmente, me abrió un hombre alto, delgado pero fuerte, con una bata elegante de los años 50’ y una pipa en la boca sujetada con la mano izquierda. La casa no era muy grande pero simplemente viendo la elegancia de Gonzalo Suárez todo lo que poseía se convertía en algo glamuroso y estiloso. No aparentaba 57 años, es más, aparentaba 30. Podría pasar por el hermano de Julio fácilmente.
Me invitó a entrar haciendo señas con una mano. Me quedé boquiabierta nada más entrar. Estaba perfectamente decorada, al estilo de los años 50’ pero no muy recargado. Sonaba una música que me resultaba muy familiar, escuché con atención y reconocí la voz del maravilloso Ray Charles. Luego quitó el disco de vinilo(muy extraño de encontrar en una casa en el año 2030) y puso en su mini cadena(que más bien era “maxi”) un disco que ponía en la portada “Autumn Comets” que se hicieron mundialmente famosos en el año 2009.
-Pues que sorpresa- me dijo con aire despreocupado.

-Lo siento, espero que no sea mucha molestia. Sé que es tarde- y de repente miré el reloj y vi que eran las 2:00 de la madrugada.
-Para nada, puedes venir cuando quieras. ¿Y bien? ¿Qué te trae por aquí? Porque no creo que me vengas a hacer una amable visita sin la razón por la que nos conocemos.
-Pues la verdad es que vengo precisamente a hablar sobre esa
“razón” como dice usted.
-Trátame de “tú”. Y si vienes para hablar de Julito la verdad es que no he sabido nada de él hasta… ¡Anda! Qué curioso… Vino anoche a casa. – Se sumió en sus pensamientos, y se fue a coger dos cervezas de la nevera todavía pensando como si estuviese en uno de los 12 planetas del sistema solar.
Yo estaba que me subía por las paredes pero sería un poco descortés desenredarle del nudo de pensamientos metiéndole prisa para sacarle un poco de información.
-Pues me habló de ti, supongo que sabría que irías a buscarle a cualquier sitio. Pero la verdad es que no te puedo decir a dónde ha ido, porque ni yo lo sé. Se le veía muy angustiado, preocupado, pero no por lo que huía, sino por ti.
La verdad es que no le entendí nada. ¿Cómo que por mí?
-Mira, yo no tengo ni idea de qué le pasa. Pero sí sé que siempre ha ido en busca de paz y de felicidad. Julio siempre ha vivido por la música. Y seguramente esté intentando ganándose la vida como músico.
-¿Cómo músico?- Me quedé boquiabierta. ¿No era su padre el adicto, el que vivía por la música?
-Sí, no soy el único tarado en esta familia, ¿sabes? Tu querido Julito
es un verdadero virtuoso en la guitarra. Pero supongo que no te lo dijo, por orgullo propio. No querría verse idéntico a su querido borracho y drogadicto padre.
-Pero… nunca me mencionó nada. Teníamos una guitarra en casa
pero nunca la tocaba.
– Pues parece ser que no os conocíais tan bien como creíais.
– Claro que le conozco. Si no, ¿para qué narices ha servido este año y tres meses? ¿y qué pasa ahora? ¿se va, sin decir adiós, ni porqué se va, como si no hubiese existido?

-Mira aunque no lo parezca, conozco muy bien a Julito y si se ha ido así tan de repente, es por algo, y algo gordo.
-Ahora que lo pienso… la verdad es que estos últimos 3 meses le he visto muy cansado y llegando siempre tarde a casa… Siempre necesitaba tener una cerveza y un cigarrillo entre sus manos.
-Pues ya sabes, se ha dejado llevar por el maravilloso sentimiento de la música- Se puso a tararear la canción de Estearn Girl que estaba sonando en estos momentos, y pensé que estaba realmente mal de la cabeza. Yo no entendí nunca a Julio y ya sé por qué. Aunque él lo negase, su padre y él son totalmente idénticos.
-En fin… Creo que es hora de irse a la cama, pero antes te tengo que dar una cosa- Se levantó y fue a un escritorio lleno de papeles y discos de música. Cogió una tarjeta y me la dio. Ponía: “We are still alive!” que significaba: “¡Estamos todavía vivos!”. Según la descripción de Gonzalo era un antro lleno de ratas y viejo pero que es uno de los pocos sitios que merecen la pena que quedan en la gran ciudad de Los Ángeles.
Personas que parecían que habían venido en una máquina del tiempo desde el año 1960 empezaron a entrar en el antro. Sonaba vagamente una canción, entré y noté que era música en vivo. Posters de los Beatles, Bob Dylan, Johnny Cash, Led Zeppelin, Ray Charles, etc., llenaban toda la sala. También había guitarras eléctricas colgadas de las paredes y firmadas por miles de grupos y cantantes. En el año
2030 esto era una verdadera reliquia, ahora todo estaba modernizado y las antigüedades eran muy escasas. Ya casi ni me acordaba de quienes eran todos esos grupos y cantantes, pero poco a poco los fui reconociendo. Finalmente llegué a un grupo de gente mirando hacia el escenario, decidí disfrutar un poco del momento tan placentero. Imité a la gente y escuché por un segundo la música. Me quedé pálida. Sí, era él. Punteando esa guitarra acústica negra, como si sus dedos fuesen de goma, se movían con tanta agilidad… Y su muñeca marcando el ritmo de una forma indescriptible. Estaba tan ensimismada en mí misma que ni siquiera estaba escuchando la canción, aunque la reconocí de todas formas. “Imagine”.
De repente, me vino un flashback y me encontré en una tienda de discos de segunda mano, le vi, estaba ahí de pie, entre sus manos un disco de vinilo de los Beatles y en la portada ponía: Imagine.

Volví a la realidad, sí, era la canción que nos recordaba al día en el que nos conocimos. Echó un vistazo al público con la mirada perdida mientras cantaba. Se encontraron nuestras miradas.
Acabó la canción corrí hacia las escaleras por donde bajaba rápidamente.
-¿Por qué?- Dije sin pensar.
-No aguantaba más Lucy, necesitaba esto, no lo puedes entender.
-¿No puedo entender el qué?
-Tenías razón, soy igual que mi padre.
-Pero eso no importa, no te tienes que ir.
-Sí, Lucy, yo no soy el chico que buscas, no quiero tener hijos, no me quiero casar, no quiero comprometerme. Y tú buscas todo eso, quieres una familia, quieres un hombre con un trabajo estable y que pueda darte lo que necesites.
-Pero es que yo te necesito a ti.
-Pero yo no.
-¿Co… como que tu no?¿No me quieres?¿No significo nada para ti?- Se me derramaban las lágrimas, no entendía nada.
Dudó unos instantes y con una cara impasible me respondió:
-No.
Noté como se me congelaba el corazón, me flojearon las piernas, y pasó a mi lado recogiendo su guitarra. Me caí de rodillas contra el suelo clavándome un cristal roto de alguna botella de cerveza. Se volvió todo negro, no tenía fuerzas para abrir los ojos.
Me desperté en una habitación perfectamente decorada. Solo podía ser una casa, la de Gonzalo Suárez. Me levanté y me dio un pinchazo en la rodilla, levanté el pijama que no sé cómo llegué a ponérmelo y vi mi rodilla cubierta de una venda. Bajé a la cocina y me lo encontré leyendo el periódico.
-¡Anda! Mira quien baja manjula, la bella durmiente.- Expresión muy poco habitual en el año 2030.
-¿Quién es manjula?
-Mi gata.- Llamó a manjula y la cogió entre sus brazos.
-Qué bonita.

-Es un persa.
La habitación quedó en silencio.
-¡Bueno! Que tal has dormido, te he hecho unas tostadas y zumo recién exprimido.
-¿Recién exprimido?
-Ay… Es verdad que ya ni siquiera existen las exprimidoras. Pero yo me guardé una.
-Gracias.- Era realmente agradable Gonzalo. No entiendo por qué Ju…
Pensé en otra cosa rápidamente.
-Desde pequeño, le intenté enseñar a Julio a no ser un rompecorazones, un Don Juan. Pero nunca me hace caso. ¿Qué te ha hecho?
-Prefiero no hablar de ello…- Lo pensé mejor, y sí, claro que quería hablar de ello.- No me quiere.- Sentí un elefante sobre mi pecho.
-¡Vaya! Por lo menos es valiente y ha sido sincero.- Le lancé una mirada amenazante.- Pues vive la vida hija, ¡eres joven!¡disfruta!, olvídate de ese perturbado y conoce a gente.
-Es que mi vida es él.
-Pues entonces… muere.- Noté cierta nota de sarcasmo en su voz y le lancé las tostadas a la cara.- ¡Jajaja!¡Que divertido!¡Una guerra de comida!
-¿Pero a ti qué te pasa?¿Es que no te tomas nada en serio? ¡Estás loco!
-Pero si no puedes vivir sin él, ¿Qué quieres que te diga?. Olvídate de
él.
-No es tan fácil ¿sabes?
-Lo sé perfectamente jovencita.- Se le endureció la cara y se sumió en sus pensamientos.
-Lo siento…- Me arrepentí de haber pronunciado esas palabras porque
sabía que su mujer le abandonó cuando Julio tenía 12 años. Gonzalo le tuvo que criar el solo en todo su esplendor de la adolescencia, Julio salía todos los días y no volvía hasta las 3 de la mañana. Pero se comportaba así porque Gonzalo se emborrachaba todas las noches y Julio no soportaba ver a su padre borracho y llorando hasta reír de la desesperación. Sí, Gonzalo sabía perfectamente que no era tan fácil.
-No pasa nada, tranquila, pasó hace mucho tiempo. He aprendido a vivir solo. Así que tú también puedes. Pero no puedo decirte que tires la toalla como hice yo. Búscale y hazle cambiar de opinión. No me creo que no sienta nada por ti de un día para otro.

-¿Tú crees?¿Y entonces porqué me dijo lo contrario?
-Eso debes averiguarlo por ti misma.
Recogí mis cosas, todavía cojeaba un poco debido al dolor del corte. Me despedí de Gonzalo con un fuerte abrazo, le había cogido mucho cariño desde mi primera visita. Noté que no era un abrazo de despedida, simplemente de “suerte”, por eso disfruté mucho de aquel abrazo. No me gustaban nada las despedidas.
Me puse el casco y me monté en mi motocicleta ecológica de color rojo intenso, fue el viaje más largo de mi vida, aunque en realidad solo fueron 10 minutos. Corrí a la entrada, busqué al manager o a alguien que supiese dónde estaba Julio.
Nadie le conocía por su nombre y entonces fue cuando empecé a preguntar por él mencionando que había tocado en esta sala esta misma noche. Entonces todos me empezaron a decir direcciones y distintas versiones sobre “dónde coño está Julio”. Me empecé a agobiar y salí de aquel antro, le había cogido verdadero asco. Al fin, el dueño de aquella sala salió y me dijo que él necesitaba mi ayuda (se refería a Julio).
-Necesita a alguien. Alguien que le ayude a desengancharse, necesita apoyo. Está demasiado solo.
-¿Desengancharse?¿De qué necesita desengancharse?- Empecé a subir la voz sin darme ni cuenta.
-Síguele, es esta calle, no se me el número. No es gran cosa, pero por eso mismo podrás encontrarlo. Busca el peor sitio que puedas imaginar en una ciudad como los Ángeles.
-Muchísimas gracias, no sabe cómo se lo agradezco.
-Corre, ¡corre!.
Parecía que estaba desesperado el hombre, parecía como si conociese a Julio de toda la vida y fuese muy importante para él. Pero entonces,
¿por qué no ha ido él a buscar a Julio también?. No tenía tiempo para
averiguarlo, parecía que Julio iba a cometer un error muy grave y necesitaba que alguien se lo impidiese.
Llegué a la callejuela, aminoré el paso buscando el peor apartamento de los Ángeles.

Sí, ahí estaba. Efectivamente, era asqueroso solo por fuera. Ni siquiera quería imaginarme como era por dentro. Pero no era un gran dilema porque lo podría comprobar en seguida.
Llamé histérica al telefonillo. Era realmente antiguo ya que no tenía ni cámara ni un lector de huellas dactilares. Nadie respondía. Llamé a otro piso diciendo que era una prostituta. Lo sé, ridículo, pero no se me ocurrió nada más, no sé por qué. Por lo menos logré entrar, miré dónde vivía Julio Suárez. Subí las escaleras, cosa realmente sorprendente porque siempre había ascensor en cualquier edificio.
Llamé a la puerta. Cinco veces y me cansé, intenté derribar la puerta como en las películas. Lo cual no ayudó mucho porque encima de romperme un dedo del pie, di la patada con la pierna en la que me había cortado. Estaba realmente estúpida.
Estuve intentando abrir con una tarjeta de crédito que me encontré en el suelo ya que en el año 2030 ya no existían las tarjetas de crédito, simplemente se escaneaban el ojo. Funcionó.
El apartamento estaba lleno de basura y los sillones estaban medio rotos. La cocina estaba perdida, la nevera medio abierta y un plato en el suelo roto. Daba verdadero miedo a no ser de que estaba exclusivamente concentrada en encontrar a Julio. Llegué al dormitorio, estaba ahí tirado con una aguja al lado y una cinta alrededor de su bíceps tan musculoso como siempre. Llamé a la ambulancia y después comprobé su respiración. Nunca fui muy buena en las prácticas de enfermería que nos hacían en el colegio. Pero si sabía perfectamente cuando una persona respiraba o no. Y Julio no respiraba.
Eran las 5 de la mañana. Llevaba por lo menos tres horas esperando fuera en la sala de “martirios”. Porque más que una sala de espera eso era como el infierno, parecía que todos los que estábamos allí éramos los que estábamos a punto de morir.
Por lo menos estaba acompañada de Gonzalo y el hombre de la sala “we are still alive!” que según él se llamaba Mike. Gonzalo me contó que fueron íntimos amigos desde la infancia Julio y Mike.

Salió el médico de Julio. Empecé a llorar antes de que me diese la noticia.
-Ha sobrevivido. – Se me iluminó la cara por un segundo pero al ver la cara del médico supuse que eso no era todo, algo más pasaba.- Pero ha estado más de un minuto sin oxígeno, es decir, técnicamente muerto. Esto ha producido daños irreparables en el sistema nervioso.
-Pero ¿qué le pasa?- Dijo Gonzalo con voz delicada.
-Tiene pérdidas de memoria. Seguramente recuerde de cuando tenía
7 años para abajo. Pero todavía nos tenemos que asegurar de los daños porque hasta que no se despierte no podemos decir mucho más.
Me caí de rodillas de nuevo, pero esta vez estaba Gonzalo para sujetarme. Nos quedamos de rodillas tirados en el suelo del hospital en medio del pasillo, Gonzalo abrazándome fuerte.
Grité. Grité hasta quedarme sin voz.
-Se despertará en dos o tres horas.- Le dijo el médico a Mike.
Pasaron siete meses. Estaba en casa de Gonzalo, ocupándome y ayudando a Gonzalo a cuidar de Julio. Conseguí un trabajo en una empresa como secretaria.
Julio iba mejorando cada mes, pero su memoria abarcaba desde su nacimiento hasta los 7 años y daba un salto hasta los 24 años. Es como si hubiese perdido 17 años de su vida. No me recordaba, claro que no. Pero en estos siete meses hemos sido amigos, de esos amigos que nunca de olvidan en la vida.
Sí me duele verle así, y me duele pensar que nunca podré volver a besar esos labios, ni mirarle con esos ojos de enamorada, ni decirle “quiero pasar el resto de mi vida junto a ti”. Ahora solo podía besarle su mejilla suave, mirarle con esos ojos de dulzura y cariño, y decirle “quiero estar siempre a tu lado, quiero ser tu amiga para siempre”.
Pero con eso me valía. Con tal de estar a su lado era feliz.