Interface Sex, por Salvador Canals

Fue hace tiempo. Yo tenía 32 años: él, unos 25. Le conocí con el nombre de Jaume, aunque más tarde me contó que tenía varios, que utilizaba según su conveniencia.
El encuentro fue casual al tomar los dos el mismo descitáxi, la sintonía inmediata y las feromonas compatibles: intercambiamos teléfonos.
La segunda fue una cita que inició él; quedamos en una sala de holojuegos bastante popular, terminamos en mi casa. La tercera fue la definitiva, se vino a vivir a mi casa en lo que serían unos maravillosos 9 meses.
Era un joven muy maduro, sin oficio reconocido, pero al que no le faltaba el dinero, buenos modales y buena educación y un cuerpo cultivado en el deporte, nunca supe cuál. De convivencia fácil, puedo asegurar que en la cocina no tenía nada que envidiar a ningún cocinero reconocido, y en la cama tampoco a una descarga 6 de Dopamina.
Empezó con una relación física, evolucionó en una sentimental y acabó cuando descubrí que sólo era un instrumento en sus manos para conseguir lo que aquí voy a contar.
-He quedado esta tarde con un amigo, ¿Quieres venir?
-Si, no conozco a ninguno todavía, le preguntaré cosas sobre ti.
Su caminar era una mezcla de impulsos y pausas, no sé por qué, pero se notaba su decisión de dar cada paso. En todo lo demás, cuando te fijabas, existía la misma pauta: En su aparente naturalidad, debajo era pura reflexión. Todos sus actos correspondían a decisiones inmediatas, nada era irreflexivo o automático. Tardé en darme cuenta porque en apariencia su proceder era amable y distendido.
Conversábamos sobre cualquier cosa, ningún tema nos era ajeno, ni existía una conversación dominante, pero cuando, tras los meses pasados, hice cuentas, vi su interés en mi trabajo. Aquel tiempo fue una temporada muy atractiva laboralmente, trabajaba en SHEON, la famosa empresa de holojuegos para adultos; fui la directora del proyecto estrella en el desarrollo de periféricos de IO. Mi amigo,

Pedro, era de los de toda la vida, coincidimos en varios trabajos y continuamos viéndonos.
Pedro:
-¿Quién va a ganar la carrera del interface sex?
Yo:
-Pues es muy fácil, el que consiga modular la frecuencia de onda de forma eficiente sin alteraciones en las demás zonas.
Jaume:
-me temo que me estoy perdiendo.
Pedro:
-Es muy sencillo, la descarga de dopamina se puede estimular por un cable.
-Pero eso ningún gobierno lo va a permitir. Yo:
-la alternativa es una onda, pero el centro del placer está tan
profundo que es muy difícil no activar otras áreas.
Jaume:
-¿Y si introduces la dopamina?
Pedro:
-ahí sí que topas con las legislaciones anti-droga
Yo:
-además, la dopamina propia tiene un efecto más inmediato
Jaume:
-¿Y los juguetitos sexuales?
Yo:
-Esos están desechados como los volantes de carreras o los joystick
Pedro:
-Lo que se pretende ahora es la gratificación por puntos de dopamina

Saltamos de tema y la conversación giró sobre todo y sobre nada. Como prometió me preguntó sobre mi pasado, salieron a la luz mis diferentes actividades profesionales, mis estudios y algunas de mis parejas.
Al día siguiente se levantó primero, como siempre. Cuando lo hice yo, tenía un magnífico desayuno en la mesa.
-¿Qué es esto?
Una pasta verde no muy uniforme destacaba entre lo habitual
-Un guacamole «made in Jaume», pruébalo. Lentamente unté una tostada.
-Delicioso !!
-¿ Que …? No, no me lo digas, perdería su encanto
Desayunamos y él me dijo
-Hoy iremos a una reserva, ¿te apetece?
-Hace mucho que no voy a ninguna, me suelen deprimir.
-Es bueno saber lo que perdimos
-Sí, para no repetirlo
Cogimos el metro entre una riada de padres con su hijo o hija. Tomamos el TV del norte y volvimos a ver el sol cuando salimos en la estación Pedriza de la reserva.
-¡¡¡ Mira, se ven pueblos y carreteras, verde y agua !!!
-Y no es un holograma, huele
Toda la gente permanecía parada unos momentos, los viejos con los ojos semicerrados recordando, los jóvenes abiertos del todo para que no se escapase nada.
Después, entre las voces altas de los niños, emprendían camino por los múltiples senderos, bien rotulados, que partían hacia las montañas, el lago o los pueblos. Era igual que a principios de siglo, pero sin máquinas de combustión.

Nosotros emprendimos el camino al lago: Las montañas deben verse desde abajo antes de alcanzarlas, aunque sólo sea con la vista.
-¿Lo hicimos bien?
-¿El qué?
-Dejar de quemar
-No lo dejamos, sencillamente se acabó. Los que aún les queda un poco lo siguen usando
-Y América quema alcohol
-Y América se muere de hambre, con comida sintética; su edad media dicen que está en 50 años.
-Asia con nucleares
-Y Europa la vuelta a las ciudades castillo, todo resuelto en el entorno de un máximo de una hora caminando, ciudades agrícolas, ciudades industriales, ciudades administrativas; los gremios de la edad media, pero comunicados con fibra óptica.
-Con la poca energía que le podemos robar al sol y la esperanza, que
tarda en llegar, de la geotérmica.
Llegamos al borde del lago, pantano en realidad. Había gaviotas posadas en él, en el reflejo de la Pedriza. Su línea de cumbres era la única sin los acentos de los molinos de viento. Recorrimos toda la orilla hasta el pueblo, Manzanares; allí comimos y emprendimos la subida hasta Miraflores, donde cogimos el TV de vuelta a Moncloa, la ciudad científica de las siete en que se había dividido Madrid.
Después de aquel día, todo pasó muy deprisa. Jaume sabía lo que yo hacía, y yo seguía sin saber nada suyo. Sólo pude averiguar, cuando desapareció, que mis datos habían pasado a formar parte del proyecto de Suycok y su terminal de juegos. El espejismo había sido completo. El juego había terminado.