Tío Benni, por José Valle

– ¿Julio Suárez?, no, no he oído nunca ese nombre. – Esta era la frase que había estado escuchando constantemente durante las dos últimas semanas, pero hoy el Sol había salido de manera distinta, anoche recibí un soplo de uno de los muchachos; el pequeño Julio se hallaba escondido trabajando en uno de los locales de alterne que el Tío Benni tenía en el centro de la ciudad.
El espejo del baño todavía estaba inundado por el vaho, pero yo no tenía tiempo que perder, cogí la toalla y dibujé un rectángulo de claridad con ella, tenía que afeitarme bien para el gran día. Me puse la chaqueta azul y asegurándome de llevar todo lo necesario salí de casa.
Madrid había cambiado mucho desde AQUELLO, ya no era la alegre y vistosa ciudad que los mayores habían conocido, se había convertido en un lugar muy peligroso, y más para alguien de las características de Julio.
Iba ya camino de la cochera cuando sonó mi teléfono; lo saqué del bolsillo y pulsé el botón de llamada, lo que dejó un seco sonido de “clic”:
– ¿Toni?- dijo la voz grave de mi jefe.
– …. Dígame Sr. Baussman.
– Sólo quería estar seguro de que sabes lo importante que es este día, llevamos mucho tiempo buscando a este chico, y es el único que puede decirnos dónde se encuentran los Suárez.
– Si jefe, por supuesto.
Acto seguido colgó el teléfono. El Sr. Baussman no solía llamar nunca, y el hecho de que lo haga no hacía más que recalcar la importancia de este caso.
Julio desapareció la misma noche en la que descubrieron a los autores de AQUELLO y supongo que lo hizo porque no le quedaba más remedio, que tus padres hayan cometido semejante barbarie no hace sino darte pie a que te alejes lo más posible de toda realidad.
Al parecer, estaba jugando a la consola en casa de un amigo cuando escuchó la noticia por la radio, desde entonces, le habíamos localizado un par de veces, pero el chico siempre lograba huir.

Al llegar a la cochera, ví mi coche rápidamente, justo donde acostumbro a dejarlo, al lado de la columna azul, para reducir por lo menos a la mitad el riesgo de que otro vecino incompetente me roce con su enorme 4×4. Abrí la puerta y nada más sentarme giré la llave, cerré la puerta, quité el freno de mano y pisé el pedal derecho. – Ya me pondré el cinturón de seguridad en un semáforo.- pensé.
Al atravesar el umbral de la puerta del garaje noté como brillaba la luz del día y tuve que sacar mis Ray-ban del porta gafas. Miré a ambos lados y me incorporé a la circulación en cuanto hubo un hueco. A pesar de estar ya en la segunda mitad del siglo XXI los coches seguían siendo iguales, el parón tecnológico que AQUELLO había causado, hizo que se estancara casi toda forma de progreso, pero sobre todo, la industria del automóvil, casi no recuerdo la última vez que una marca anunció la salida de su nuevo modelo.
– Date prisa chaval! Ya sabes que como entre alguien antes de que lo prepares todo, no cobras.
El Tío Benni se ponía siempre muy nervioso cuando había una fiesta en el local y hoy era un gran día, la reunión de los líderes mundiales, se celebraba este año en Madrid y el local estaría lleno de altos cargos y eso para el Benni significaba mucho dinero. Pero hoy tenía la cabeza puesta en otro sitio, Martín me había dicho que la Policía se había enterado de donde estaba y que esta tarde vendrían a por mí. No era la primera vez que escapaba de ellos, pero cada vez enviaban a mejores agentes.
Terminé de colocar la última silla y antes de irme de allí para siempre me fui a hablar un rato con las chicas, atravesé la cortinilla que las separaba de la sala y entré en los camerinos. Desde que llegué aquí, Dennise, Ivonne y Petra me habían tratado como a un hijo.
– ¡Julito!! ¡Ven aquí mi amor! – Ivonne me cogió, me apretó la cara contra sus pechos de silicona y empezó a darme besos en la cabeza. Era una sensación agradable, la única que me podía permitir desde que me fui de casa.
Martín y las chicas son lo más cercano a un amigo que tengo desde que me fui, las chicas me daban el calor del hogar que una vez tuve y

Martín me estaba ayudando a hacer el Pasaporte, ya que en la primera redada que hicieron en mi casa se llevaron toda la documentación que necesitaba para llegar a la tierra de las oportunidades, China, donde empezaría una nueva vida sin el lastre de tener unos padres fugitivos.
– Piiiiiiiii – el grave sonido del claxon resonaba por toda la Gran Vía.
– Pero, ¡¿no ves que está en verde?! ¡Tira hombre tira! – Si es que parece mentira, vienen a la ciudad 4 dirigentes de mierda y ya la gente no sabe conducir. – ¡Vaya atasco! – esto tampoco había cambiado desde entonces, la gente seguía apelotonándose como borregos en las calles con las caras de amargados de a quienes no les gusta su trabajo.
– Les dije que me dieran un coche con sirena, ¡un coche con sirena!
Yo vivo a las afueras de Madrid, así que para llegar al centro tengo que hacer el mismo camino que otras 500.000 personas y carriles solo hay 3 y eso en el mejor de los casos. – las 10:30, voy a poner la radio a ver si me relajo un poco.- (se escucha una musiquilla de fondo, estilo una entrada de telediario matutino)
– Interrumpimos la emisión de los “200 principales” para informarles
que el Presidente de los Estados Unidos acaba de llegar en estos momentos a nuestro país para la reunión que tendrá lugar en Madrid esta tarde, un gran dispositivo policial se encargará de velar por la seguridad de los más de 50 líderes políticos que se dan cita hoy en la capital. Se espera que una avalancha de gente se acerque al centro de Madrid para protestar por las continuas subi……-
A medida que me voy adentrando en la Gran Vía, los gritos de protesta de la gente van haciéndose más cercanos, aunque no se les entiende, EE.UU por aquí, Globalización por allá, ya la gente no sabe a qué dedicar su tiempo, yo sin embargo sí tenía algo en que fijar toda mi atención, las palabras del Sr.Baussman no podían haber sido más claras: – Coge al chico con vida, cueste lo que cueste.-
Dejo el coche en una de las cocheras que hay en la calle Sevilla, le doy las llaves al señor que hay en la puerta. – Gracias – me dice, con una sonrisa que dejaba entrever su mala nutrición debido a su falta de dientes. – De nada – respondí yo sin poder dejar de mirar sus no- dientes.

Saco de mi bolsillo la tarjeta que dieron anoche con la dirección del sitio: – “Benni´s Girls”, viene impreso con letras de fuego sobre un fondo negro, alzo la mirada y enfrente de mí veo un cartel con el mismo logotipo. –Aquí es. –
– Chicas, os tengo que decir algo. – dije, con la voz entrecortada.
– Qué Julito: ¡te has echado novia! ¿verdad? Dijo Petra muy emocionada.
– ¡Si es que el pequeño Julio se nos hace grande! Dijo sonriendo Dennise con su acento cubano tan característico, acto seguido me cogieron las tres de nuevo y empezaron a chillar de alegría.
– ¡NO! No es eso y no os pongáis así que me lo vais a hacer más difícil de lo que ya es. Dije, zafándome de sus abrazos y poniéndome serio, para conseguir la atención que requería el momento.
– Ay, dilo ya Julio que nos estas preocupando – dijo Ivonne frunciendo el ceño.
– No soy quien creéis que soy, mis padres no están muertos, como os dije, sino que son los autores de…..
– ¿De qué?
– De….de AQUELLO – dije acentuando la frase con un movimiento de cejas de gesto preocupado-
– ¡NO! Dijeron al unísono las tres
– Si, y por eso ahora me están buscando, había pasado desapercibido hasta hoy, así que tengo que irme, un amigo ya me ha arreglado los papeles y ¡TOC TOC TOC!
– ¡No! Son ellos…- dije susurrando, mientras nos acercábamos sigilosamente a la pared a ver si conseguíamos escuchar la conversación entre Benni y aquel otro tipo.
De fondo, al otro lado de la cortina se escuchaba al tío Benni hablando con un señor:
– ¿Julio Suárez? No, aquí no trabaja ningún Julio Suárez, y lo siento, pero si no va a consumir, le tengo que pedir que se vaya, hoy es un día muy importante y va a venir mucha gente. –
– Soy Policía, y ese chico no es quien usted cree que es, es una
pieza clave en la investigación de un crimen, llevo una orden judicial para registrar este local y lo haré con su permiso o sin él.-

Dijo el policía con la voz acelerada de quien sabe que está cerca de su objetivo mientras andaba en dirección a la cortina gris, que esta vez no separaba la sala de los camerinos, sino el confinamiento de la libertad.
Mientras tanto, en los camerinos:
– Lo veis chicas, es lo que os decía. Por esto me tengo que ir, os echaré de menos.- Dije atenuando la voz cada vez más por la proximidad del policía.
Al tiempo que el policía abría la cortinilla, se veía a Julio saltando por la ventana que se encontraba en la parte de atrás – ¡ALTO POLICÍA! Julio giraba la cabeza para ver a su perseguidor al tiempo que aterrizaba con éxito en los adoquines del callejón.
Sabía que mi excepcional forma física labrada en la multitud de campos de fútbol en los que había jugado de pequeño me permitiría llegar a tiempo a casa de Martín, lo que no sabía era lo que me depararía el futuro.
Así que corrí, salí corriendo y enseguida llegué a la Gran Vía, que estaba abarrotada de gente, pero todos estaban borrosos, tenía un camino marcado que hacía imposible que me despistara mirando a nadie, tampoco les oía, sólo escuchaba el latido de mi corazón al compás que marcaban el ritmo de mis pulmones, sabía que tenía que correr como nunca antes lo había hecho. De ello dependía mi futuro.
Julio ya no era un niño, Julio ya no jugaba con videoconsolas, Julio tenía que hacer y entender cosas que sobrepasaban su nivel de madurez, Julio ahora no sabía dónde estaban sus padres, o su hermana mayor, no sabía lo que habían hecho, ni siquiera sabía si AQUELLO lo habían hecho ellos, lo que sí que sabía es que debía protegerles y que su niñez, su irresponsabilidad y sus consolas habían tenido forzosamente que dar paso a valores de adulto, para bien o para mal.
Si llegaba a China o no, lo veremos en los próximos capítulos.