Travesía a la Luna, por Soledad Canals

Aquella noche Julio no durmió mucho, soñando despierto con el excitante día que le esperaba, no se hace un viaje a la luna todos los días.
Ese atardecer la luna estaba llena y su resplandor parecía casi un montaje publicitario, quien iba a pensar que en unas horas y gracias al tele transporte iba a estar caminando por su superficie y mirando su casa, la tierra, desde esa luz tan atrayente.
Ya iban a dar las siete en su reloj despertador, pero Julio no aguantaba más en la cama así que decidió darse una ducha y hacer los últimos preparativos para su viaje.
Ninguno de sus conocidos sabía lo que estaba a punto de hacer, ni siquiera su amigo Mario de toda la vida, a quien más cercano se encontraba; un día casi se le escapa pero consiguió aguantar las ganas y lo mantuvo en secreto.
Mario era un buen amigo pero un poco escéptico en estas cosas del tele transporte. La verdad es que solo lo habían experimentado con monos y de momento todo había resultado un éxito.
La luna le parecía un buen destino para ir empezando, dentro de nada organizarían viajes interestelares y tendrían que reconocer que su invento era un gran avance para la ciencia, esa misma mañana lo probaría en su propio pellejo, total ¿Qué se podía perder? Un nuevo genio loco, incomprendido por todos que solo quiso un momento de gloria.
Repasó por enésima vez las rutas de las excursiones lunares seleccionadas durante días, con anticipado placer, vehículos, alojamientos. Sin más guía que su curiosidad. Solo. El Mar de la Tranquilidad…
En estos pensamientos se encontraba cuando algo sonó en la cocina. Julio no le dio importancia, las paredes de las casas no eran un buen aislante para nada, pero una vez más oyó un ruido extraño que no provenía de sus ruidosos vecinos, Julio no era miedoso, vivía solo desde hace mucho tiempo, pero la visita de un ladrón en un día tan señalado no era nada gracioso, decidió ir a la cocina a mirar…

Cuál no sería su sorpresa cuando un ser (por llamarlo de alguna manera) verde, viscoso y peludo, al mirarle desde sus enormes ojos violetas, heló su sangre y le paró la respiración, ¿Qué era eso? De que especie: ¿vegetal, animal? La sorpresa fue a más cuando aquello que estaba ante sus ojos le habló, y le habló en su propio idioma, aunque un poco distorsionado por el adaptador.
-Toma – le dijo – debes llevar esto contigo…
Con tres dedos de una mano, le tendía un objeto redondo y aplanado. Julio retrocedió sin quitar la vista de la verde mano. El ser se acercó
-…en tu viaje…
Julio intentaba recordar donde estaba el teléfono, seguía retrocediendo.
-…a la luna. – el hombrecillo abrió más sus ojos.
Julio no podía moverse cuando sonó el teléfono, era su amigo Mario, aliviado contestó al teléfono y con un breve resumen puso al día a su amigo.
Cuando Julio se acercó a la cocina para enseñarle a su amigo lo que había en la cocina mediante la cámara del teléfono, cual fue su sorpresa cuando vio que el selenita había desaparecido casi tan silencioso como entró.
Por un momento Julio pensó que todo había sido un sueño y que debido a los nervios del viaje a la luna, su mente lo había imaginado todo…, pero no, ahí, al lado de la nevera estaba la prueba de que aquello no había sido un sueño, una ficha redonda de un extraño material no conocido en la tierna estaba depositada en el suelo. ¿Que sería aquello? Le pidió a Mario que viniera de inmediato a su casa, tenían que descifrar el enigma.
Mario no vivía lejos de allí así que en menos de veinte minutos estaba en su cocina.

Julio se alegró de ver una cara amiga con quien compartir las emociones de ese día. Incluso se sentía animado a enseñarle su máquina de tele transporte y compartir con él su invento.
Mario cogió la ficha y en un primer momento le recordó las fichas que había visto en tantas películas antiguas sobre casinos, era de colores brillantes pero el material sin duda era algo nuevo nunca visto en la tierra.
Julio trató de advertirle,- no, no se te ocurra cogerla.- no antes de analizarla en el laboratorio. Pero Mario ya la tenía en su mano, en un instante una gran explosión iluminó toda la cocina, Julio tuvo que apartarse y cerrar los ojos para que el resplandor no le cegara, después de la explosión Mario había desaparecido junto con la extraña ficha.
Julio, desconcertado, no sabía que hacer, solo se le ocurría una solución, seguiría con sus planes para ese día, probaría su máquina de tele transporte, quizás esa fuera la solución. Si los selenitas eran habitantes de la luna era la única manera de resolver el enigma de la desaparición de Mario.
¿Dónde se ha metido Mario? Se preguntó Julio.
Recorrió el piso de habitación en habitación cada vez más nervioso, nada, ni rastro de Mario, la puerta del piso estaba cerrada con llave y no recordaba haberlo hecho.
¿Qué pasó entonces después de que Mario entrara? De pronto vio la ficha del casino en su mano suspiró e intentó ordenar sus ideas: Mario estuvo realmente allí? O si no es así, que es lo que vio y con quien habló, un fantasma, un espectro un ectoplasma? Pero no era la primera vez que tenía una sensación extraña, quizá sea un receptor de este tipo de fenómenos. ‘Desde hace algún tiempo’, se dijo, ‘me pregunto si soy capaz también de provocarlos, si soy un emisor de extraños fenómenos?’.
Hace unos instantes él había pensado en Mario y éste había llamado como respuesta a una invocación, la verdad es que siempre que nos vemos estamos solos, nadie nos ha visto nunca juntos.

El viaje a la luna era una antigua ilusión, pero ahora era una necesidad ¿por qué le pedían ayuda a él?. Ahora, pensó, debo descansar un poco antes del viaje.
Una vez hechos los preparativos, Julio cerró los ojos y accionó todo el mecanismo, no podía fallar, apenas unos minutos y sus sueños se habrían hecho realidad.
Poco después inició el viaje, intentó dejar su mente en blanco para que no interfirieran sus pensamientos con el teletransporte, cuando recuperó la conciencia estaba ya en el la Luna.
El paisaje lunar era sorprendentemente familiar, ahora debía preparase para los trámites de ingreso en la luna, le tomaron una muestra de saliva y le arrancaron un pelo de la cabeza, todo esto le puso de mal humor, estaba deseando llegar a su alojamiento para decidir qué hacer. Cuando llegó se tumbó en la cama e intentó recuperar el estado que tenía cuando miraba la luna desde su balcón. Pensó en Mario con fuerza le llamó interiormente e incluso creyó oírse pronunciar su nombre.
La figura de Mario se fue dibujando en la habitación pero cada vez con mayor nitidez Mario le tendía una mano e intentaba comunicarse con él pero Julio no llegó a entender nada.
– Julio, despierta hombre, que te pasa? Estás bien?
Julio notó que una mano fuerte le agarraba del hombro y le zarandeaba. Se incorporó de un salto y de otro salto se abrazó a su amigo, lo había conseguido, Julio no se lo podría creer, Mario no entendía nada.
– Sí, lo he conseguido, te invoqué y estás aquí,
– Eh? Qué me dices?
– Soy receptor y emisor! – Mario se quedó pasmado.
– En realidad habíamos quedado en el espaciopuerto pero tuve un imprevisto y me retrasé, pero que dices de receptor? De que me hablas?.- dijo Mario extrañado.
Julio le tranquilizó y se dispuso a explicarle a su amigo de que iba todo aquello,

-Es algo un poco difícil de contar.
Julio se volvió de pronto a Mario y le increpó un poco nervioso:
– ¿Estabas tú en mi casa anoche? ¿O sólo era una emisión telepática? Porqué solo yo sé que existes? Quién eres realmente? Que significa esta ficha del casino?
– Tranquilo, – Mario posó una mano en su hombro y se puso de pie – anoche estuve en tu casa y todas las demás veces que me has visto en tu vida también estaba allí, pero también estaba en la luna. No me he movido de aquí en doscientos años.
– ¿Doscientos? – Comenzó a decir Julio, pero Mario le interrumpió:
– Si, doscientos, y ¿también querrás saber quién eres tú?
– Bien, – comenzó Mario – mi verdadero nombre no importa, realmente, puedes seguir llamándome Mario. El uranio necesario para que el planeta se siga moviendo sale de aquí, de las reservas de uranio de la Luna, cuando se empezaron a explotar las minas se vio que los selenitas eran mucho más resistentes a las radiaciones que los humanos.
Mario continuó:
– Pero pasó lo de siempre, los selenitas se convirtieron en imprescindibles, se les esclavizó e incluso se llegó a crear selenitas como si de máquinas se trataran.
Mario hizo una pausa.
– Ahora te diré quién soy yo: soy un mutante, el resultado de un cruce entre terrestre y selenita, en la luna no hay muchos y los pocos que quedamos solemos ocultar nuestra naturaleza, tenemos apariencia humana pero somos capaces de hacer cosas, a vuestro entender, extraordinarias.
– Como lo de estar en dos sitios a la vez.- dijo Julio
– Exacto – dijo Mario – y lo he tenido que utilizar contigo, aunque esto acorta mi vida.
Mario se llevó una mano al pecho.
– Mira Julio, será mejor que acorte, el tiempo corre y no contamos con mucho.

– Pero ¿para qué estoy aquí? – dijo Julio confundido – lo que iba a ser un viaje de placer se ha convertido en una pesadilla y el que creía que era mi amigo es casi solo una ilusión. ¿Que soy?
– Tranquilo, – le calmó Mario – eres humano 100%, pero tu origen no
es normal. Tu madre tenía algunos genes selenitas y ello te ha dotado de unos poderes fuera de lo normal. Capacidades de naturaleza extraordinaria, percepción más aguda a fenómenos sobrenaturales, posibilidad de utilizarlos y una sensibilidad excesiva a la exposición de la luz lunar.
– Si he traído el filtro factor lunar 85 que utilizo en los plenilunios. Por cierto ¿qué sentido tiene esta ficha del casino?.
– Guárdala bien, luego la utilizaremos, vamos, vístete con algo formal y vamos al casino.
En el trayecto Mario siguió explicando a Julio como estaba la situación: En la luna, las cosas no son como se las imaginan en la tierra, décadas de esclavitud y opresión sobre los selenitas, el hambre y las horrorosas condiciones de vida de esta gente han generado una resistencia, un movimiento que intenta cambiar la situación.
Por otro lado los propietarios de las minas se han organizado y sofocan los intentos de rebeldía. Desde hace unos meses sabemos que la organización de propietarios mantiene infiltrados entre los rebeldes que actúan como informadores a cambio de su libertad, sus nombres están en una lista que guarda el líder de los propietarios en sus oficinas.
– Entrarás en el casino solo, – Mario le indicaba – ya que solo es para humanos. Deberás encontrar una mesa de Black Jack en la que esté jugando Humbertus Marcus, lo vas a reconocer ya que es un tío gordo, de color y se viste siempre con chalecos de colores chillones, además tiene una mano metálica, te sentarás en su mesa y dirás en voz alta: «Es mi ultima ficha» y la arrojarás sobre el tapete.
Le puso una mano en el hombro.
– Cuando Humbertus se acerque, trata de caerle bien y consigue que te lleve a la habitación que posee en el Casino, una vez allí intenta

hacerte con las llaves de las oficinas, con ellas intentaremos buscar la famosa lista.
Julio se metió la mano en el bolsillo y estuvo jugando con la ficha.
¿Qué pasaría si no conseguía su objetivo:
– Si fracasas, muchos selenitas morirán.- contestó Mario leyéndole el pensamiento.
– ¿Y si me descubren? – Julio dijo intranquilo.
– Morirás.
Una vez dentro del casino no le fue difícil identificar a Humbertus, ya desde la entrada se escuchaban sus gritos cuando ganaba y sus maldiciones cuando no.
Se acercó a la mesa donde estaba y esperó a que quedara un hueco libre, finalmente mediante un hábil codazo Julio se acomodó en la mesa, el jolgorio y la algarabía no cesaba, estaba ganado Humbertus, Julio esperó el silencio. Arrojó la ficha tal como Mario le había indicado y se recostó en su silla estirando las piernas, Humbertus le fijó la vista y el silencio se prolongó. Humbertus se levantó, se acercó a Julio y preguntó
– De dónde ha sacado usted esa ficha?
– Es regalo de un amigo. Mi amigo ha muerto y es la última ficha que me queda.
– ¿Cuánto ha perdido Usted?. Yo le repondré todo lo perdido a cambio de esa ficha – dijo Humbertus.
Julio recuperó su ficha y se la tiró a sus manos. Se levantó y fue hasta la barra del bar.
Una mano enorme, como de gorila, le aferró el brazo y le dijo:
– ¿Tendría usted la bondad de acompañarme? Don Humbertus desea hablar con usted.
Le siguió. Humbertus le tendió una mano.
– Hola soy Humbertus Marcus, venga conmigo, por favor.

El gorila les siguió cuando entraron en el ascensor.
– No me ha dicho su nombre, señor…
– Ah! disculpe me llamo Julio y es mi primer viaje a la luna.
– Se preguntará, Julio, el porqué de tanto interés con la ficha. El Casino personaliza las fichas de algunos clientes habituales y esta ficha me perteneció hace tiempo y tiene su historia.
Julio aprovechó el momento en que Humbertus pasó al baño para buscar las llaves, no le costó mucho, estaban bastante a la vista. Después de una breve charla. Julio le dio la ficha a Humbertus, el cual no se podía creer que hubiera sido tan fácil.
Julio salió del Casino no sin sentir un gran alivio y la satisfacción por haber conseguido su objetivo.
Puso las llaves en el lugar que había convenido con Mario y se marchó a descansar.
Al día siguiente no pudo reprimir una gran sonrisa al pensar en reecontrarse con Mario.
Pero Mario no estaba en el lugar acordado y esto le hizo preocuparse. En vez de él apareció un selenita de aspecto desgreñado y con cara de preocupación. Mario le necesitaba, tenían que ir rápidamente.
Mario agonizaba en un camastro miserable en una habitación inmunda de un edificio en ruinas.
– Que ha pasado Mario ¿estás bien?
– Algo ha salido mal. Tenemos la lista, pero no hemos podido hacerla llegar a los rebeldes. Demetrio, el selenita que te ha traído hasta aquí, la tiene bien guardada. Él te dirá lo que tienes que hacer, una vez dicho esto murió.
Julio se quedó mudo. No se lo podía creer, pero no podía perder tiempo o la vida de Mario también habría sido en vano.
El selenita le dijo:

– Ahora sólo quedas tú para salvarnos. Deberás entregar la lista en la mina.
– Pero como lo voy a hacer, no me dejarían entrar en la mina no soy selenita.
– Ven conmigo – le dijo Demetrio, mientras le acompañaba a unos
subterráneos.
En una sala reducida donde había dos selenitas y un humano, éste dijo:
– Hola, tú debes ser Julio
– Hola – dijo Julio – ¿cuál es el plan?
– Te haremos selenita. Sabemos hacer a un humano selenita pero aún no podemos hacer lo contrario, contigo será fácil pues llevas algo de selenita.
– Ven acuéstate y ponte esta ropa – dijo pasándole un mono de trabajo de color verde.
Cuando Julio recuperó el sentido, Demetrio le ayudaba a vestirse con el mono, mientras el primer selenita le indicaba como reconocer a los rebeldes.
Demetrio le acercó todo lo que pudo a una de las entradas de la mina, Julio se incorporó a una fila de selenitas, sin decir una palabra, Demetrio le dejó solo.
Julio contempló por primera vez el planeta azul mientras se incorporaba a la fila de mineros que aguardaban a entrar.