FNAC, por Miguel Sevener

Mini Capitulo UNO
Julio se preparaba para otro miércoles más de trabajo. Los miércoles eran para él el peor día de la semana, ya que era el primero de la semana en el que no llegaba al trabajo aún bajo los efectos de la borrachera del día anterior. Los miércoles eran un chute en vena de pura realidad, no distorsionada por su borrosa felicidad de los lunes y los martes.
Eran las 3, se acababa de levantar de una pequeña siesta que solo se permitía cuando lograba sobrevivir a por lo menos 2 de las 4 horas de clase que le escupían en la facultad de psicología de la universidad autónoma de Madrid. Normalmente se arrastraría hasta el coche y se pondría en marcha para llegar solo media hora tarde al trabajo, pero hoy era un día especial, o al menos lo era para un 49% de los españoles que celebraban el día de San Valentín.
Julio solo había tenido una pareja sentimental en su vida, era una llorica, y Julio no aguantaba ver a la gente llorar, le ponía de los nervios. Se llamaba Verónica, la primera vez que la vio llorar fue en su primera cita. Habían ido al cine a ver la última película del hijo de Ang Lee, titulada backbroke hill. Trataba de dos contables judíos ortodoxos que durante la época del crack bursátil del año 2010, entablaban una relación amorosa, a pesar de los increíbles obstáculos que se les presentaban. En la escena en la que en plena bolsa de Nueva York Metuselai se subía a las pantallas y le decía a Shalom que lo amaba, Verónica estalló en una eclosión de extraños sonidos que más tarde Julio describiría en su diario como “desconcertantes”.
Por ser un día especial, y para celebrar que hacía tiempo que Julio había acabado con esa relación, se permitiría llegar 1 hora tarde a su trabajo en la conocida tienda de música, libros y películas FNAC. Esta tienda despertaba en él sentimientos contradictorios. Por un lado, apreciaba que hubiese una tienda dedicada exclusivamente a la difusión de la cultura, y que ésta mantuviera su buen gusto a la vez que llegaba a tanta gente. Pero por otro lado, representaba el brazo armado de la SGAE, la cual había alcanzado un nivel de abuso nunca antes conocido por el comprador ocasional de cultura. Este año, habían vuelto a subir el canon, el cual pronto superaría el propio precio del artículo en sí, y eso afectaba según las estadísticas, a solamente 1 de cada 1000 españoles, que eran los que no disponían de acceso a Internet, Julio era uno de ellos.
La tienda en si era agradable, y a pesar de que la temperatura en el interior era siempre de 12º C (estudios de la universidad de Arizona demostraban que era la temperatura óptima para estimular el deseo consumista de los clientes), Julio se encontraba a gusto con su abrigo azul propiedad de la tienda. Lo que disgustaba a Julio eran las personas que se encontraban en el interior de la tienda. La selección de música que sonaba en el interior de la tienda corría a cargo del encargado de la música del día, que los miércoles correspondía a Juan. Julio opinaba que no se le debía dar tanta responsabilidad a un aborto de primate como Juan, pero lo único que podía hacer al respecto era someterse a las canciones anti-sistema de Juan durante su turno, y pensar en que el jueves le tocaría a él.
Aparte de Juan, Julio tenia a dos compañeras más: Abril y Lucía. Abril era una de esas personas que Julio odiaba más que al resto, ya que su odio no tenía razones que lo sustentaran y esto le enfurecía aún más. Y Lucia le resultaría totalmente indiferente si no fuera porque compartían la sección de literatura. Lucia se consideraba a sí misma una persona muy culta, conocía al detalle la obra de Carlos Ruiz Zafón, y cuando en sus acaloradas discusiones literarias con Julio parafraseaba de memoria alguna frase de este autor, Julio no podía evitar soltar una carcajada condescendiente.
Esta era la vida de Julio, no era particularmente feliz, ni particularmente infeliz. No comía sushi, ni bebía bebidas tonificantes. Era generalmente neutro en sus tendencias políticas. No veía películas en versión original, ni escuchaba a grupos de la nueva ola de neo-folk-rock-electrónico bávaro, muy popular en las discotecas de todo Madrid. Odiaba a casi todo el mundo, y por lo general era correspondido. Julio no cambiaba, cambiaba a los demás. Él sabía de qué iba esta vida, y sabía muy bien cómo defenderse ante dudas metafísicas de la talla de: “de dónde venimos, a dónde vamos?”, con un escueto: “no gracias”.
Julio siempre pensó que si Zafón hubiese escrito su vida, en cualquier momento metería un: “pero todo esto iba a cambiar” que los lectores leerían con una voz especialmente grave, imaginándose al narrador como a un hombre gordo pero atractivo y bien vestido.
Lo cierto es que algo sí que iba a cambiar, pero de ninguna manera supondría para Julio mucho más que un inmenso alargamiento de su horario laboral. Sin embargo, los cuatro hombres que iban de camino a la FNAC con el objetivo de tomar la tienda, iban a vivir uno de los peores días de sus vidas.

Mini Capitulo DOS
La vida no había hecho más que apalear a las comunidades autónomas del sur del país. Con 3 grados centígrados de más cada año, no era de extrañar que esta gente estuviera ya quemada. Alejandro, Daniel, David y Manuel eran cuatro de los hombres más buscados por la policía, que les conocía con los apodos: “El Buey”, “El Rojo”, “Murphy”, y “El Bombo”. Estos cuatro hombres, procedentes de Málaga, no habían cometido ningún crimen especialmente violento. Solamente murphy había cumplido condena por un crimen: En un hospital, en plena huida de un atraco a una tienda de electrodomésticos, al ser electrocutado por las pistolas de los agentes, dejo caer la tostadora que llevaba como botín. La tostadora cayó sobre la espalda de un paciente tetrapléjico al que iban a practicar la eutanasia ese mismo día, curándolo al instante. Aunque la tienda de electrodomésticos no presento cargos (la dueña era su madre), el paciente presentó una denuncia, argumentando que él ya se había hecho a la idea de que iba a morir. Lo condenaron a 3 años por sanación ilícita, y las tostadas de la tostadora cayeron sobre el lado de la mantequilla.
Como decía, estos cuatro hombres no tenían muchas razones para figurar en las listas de los más buscados, sin embargo, la SGAE tenía razones para odiarlos. Eran los más radicales anti-canon que existían sobre la faz de Málaga, y la SGAE los quería en la cárcel o muertos. Gracias a sus sobornos a la policía, habían conseguido colocarlos en la lista de los más buscados, por encima incluso de Javier Valle, el famoso ex-presidente del FC Barcelona, que tras despedir a todos los jugadores y fichar a octogenarios asmáticos, había donado todo el dinero del equipo a la ONG “Greenpeace”, y era buscado por todo un equipo de policía futbolística, y unos 400.000 aficionados del club.

Mini Capitulo TRES
Murphy fue el primero en entrar, junto con El Bombo y El Rojo. Mientras, El Buey había ido a buscar sitio para aparcar, los miércoles era difícil encontrar sitio en la puerta de la FNAC. A excepción de un pequeño tropiezo con un cable, todo parecía ir de maravilla, los tres agradecieron que solo hubiera un piso. Fueron directos al mostrador de información y allí sentado estaba Julio, superando como podía el duro miércoles de resaca, contando cada segundo de los 5 minutos que le quedaban para salir.
– “Hola”, dijo nervioso Murphy.
– “Hola, bienvenido a la FNAC, ¿en qué puedo ayudarle?”, respondió
Julio, lamentando al instante el haber tratado de usted a un cliente.
– “quisiera leer un comunicado por megafonía.”
– “como?”, pregunto julio desconcertado
– “pues eso illo, ya me has oído, que ustedes los madrileños no entienden nada o qué?”, contestó Murphy.
Julio, en su malestar, no se había parado a mirar siquiera a Murphy, que desde el primer “hola” ya estaba apuntándole con una pistola, y al ver el arma, en seguida le acerco el micrófono. Murphy, asustado, decidió que le tocaba leer el comunicado a El Rojo, que no tenía tanto acento, y mientras tanto, el supervisor de Julio, que había oído la conversación, llamaba a la policía.
“Hermanos trabajadores!” grito El Rojo al micrófono, lamentándose de la pésima elección de fecha y hora para tal llamada de atención del público, que en su mayoría estaba compuesto de estudiantes saltándose clases, y jubilados.
“Ha llegado la hora de poner freno a este abuso que sufrimos día tras día por parte de la SGAE!. Han logrado imponer su canon sobre los productos más dispares:
– gel de baño y champú que resalta los rizos, para evitar plagios del
pelo de bisbal.
– aperitivos de alto contenido en grasas, que permiten adquirir la talla de Pavaroti.
– hasta en productos como la viagra! Por plagio a los efectos que
causan varios artistas en los adolescentes.

Basta ya! Es lo que decimos nosotros, el frente revolucionario anti- canon! Os ofrecemos un mundo sin canon! Un mundo barato! Uniros a nosotros, hagamos una llamada de atención al mundo entero! Una revolución no violenta, que comenzara en esta misma tienda!”
El Rojo no podía estar más contento. Había leído sin equivocarse. Después de tal comunicado, solo podía esperar levantar la mirada y ver hordas de revolucionarios convertidos adorándole, gritando su nombre y bailando congas alrededor de las llamas que carbonizaban los discos y libros de la FNAC. Pero el panorama era muy distinto.
Al parecer, “El Bombo” no había entendido bien el plan que llevaban meses estudiando, y en cuanto El Rojo había empezado su comunicado, había empezado a tomar rehenes y a atarlos entre ellos con cuerdas. Mientras el comunicado ofrecía un mundo sin canon, El Bombo ofrecía un mundo sin cara como no se echara todo el mundo al suelo. Era una oferta tentadora.
Mini Capitulo CUATRO
Era la cuarta hora de asalto a la tienda. Julio miraba su reloj impaciente, pensando en si alguien le grabaria su programa favorito… Estos pensamientos los alternaba con alguna pregunta ocasional al encargado:
– “estas horas son pagadas imagino..?” preguntó Julio
– “ Acaso esta usted trabajando? “
Y lo cierto es que Julio ya había tenido que acompañar a algunas señoras mayores al baño y había vendido 5 ejemplares del último libro de autoayuda de Alberoni Francesco titulado: “Ten Coraje”, pero el encargado no tenía cara de querer discutir este tema.
Solo quedaban 3 de los anti-canon, Murphy, Bombo y Rojo. El Buey, después de pasar hora y media aparcando, había intentado acceder a la tienda. Los 40 policías que la rodeaban vieron impactados como un hombre de unos 100 kg de peso se saltaba su valla de seguridad, y pedía a sus compañeros a gritos desde la puerta que lo dejaran entrar. A los veinte minutos habían conseguido reducirlo 7 hombres, y se lo llevaban a comisaria.

Julio, en estas cuatro horas de asalto se había acostumbrado a su presencia e incluso hablaba con ellos de vez en cuando. Lo cierto es que simpatizaba mucho con su causa y les daba consejos para poder escapar de esta con una pena mínima.
2 horas más tarde, había conseguido convencer a Murphy y a Rojo de que se entregaran. Bombo había encontrado la sección de literatura erótica y ya no atendía a razones. Decidieron que debían fingir que Bombo simplemente era uno más de la tienda, y que no había tenido nada que ver. Además, todas las señoras mayores y los chavales se habían encariñado con él porque era tonto, y prometieron no decir nada.
A la salida, todos los policías se abalanzaron sobre Murphy, que por alguna razón atraía la mala suerte, y solo un policía se encargó de llevarse al Rojo a un coche patrulla. No hubo incidentes, aparte de que la pistola de juguete de Murphy se disparó, mojando la camisa favorita de uno de los agentes.
Mini Capitulo FINAL
Julio se preparaba para otro jueves de trabajo. Los jueves eran ahora su día más odiado. Odiaba cuando los días de resaca asaltaban la tienda en la que trabajaba, y odiaba el día siguiente también. Había dormido muy poco esa noche, ya que se quedó hasta las tantas viendo imágenes del asalto por televisión, y aunque se había saltado las clases de la mañana, no había logrado recuperarse aún. Hoy se permitiría llegar media hora tarde.