Inés y la alegría, Almudena Grandes

Inés y la alegría es otra historia de la saga que está dedicando Almudena Grandes a la posguerra española, vivida desde el lado de los exilados, en este caso, y de la resistencia en el interior, en el caso de «El lector de Julio Verne», pero siempre desde el lado de los comunistas. En «Inés y la alegría» quiere contar el intento de invasión del Valle de Arán, en los años 40, cuando los exiliados españoles habían contribuido de una manera importante al triunfo del ejército francés en la II Guerra Mundial, y se sentían fuertes e ilusionados.

Nadie sabía nada, -o quizá los historiadores sí sabían algo, pero no el resto de españoles- de este intento de invasión por los Pirineos de los republicanos, vía Partido Comunista a decir de la autora, hasta que han aparecido esta novela y «Las voces del Pamano» (Jaume Cabré), casi a la vez. Pero, mientras en «Las voces del Pamano» los personajes son acartonados y maniqueos, excepto la honrosa excepción del maestro, que es un personaje bien trazado y creíble,  en «Inés y la alegría» los personajes están bien construidos , aunque la autora exhibe sin complejos sus simpatías por quien le interesa. En esto es en lo que se nota, supongo, la maestría de un autor: se pueden esbozar personajes antipáticos sin que sean estereotipos; y así, mientras «Las voces del Pamano» exhibe una galería de malos malísimos, todos ellos de una derecha vengativa y con un ansia de poder desmesurada en las generaciones viejas, y cínica y amante del dinero en demasía en la generación joven, en «Inés y la alegría», a pesar de que los buenos son, no ya valerosos, sino heroicos -y, por supuesto, honrados. dignos, orgullosos y adornados de todo tipo de virtudes-, entre la gente de derechas hay de todo, y además son de carne y hueso, verosímiles, humanos.

Sí costará, a los que no hayan vivido la transición metidos hasta el cuello en política (como una servidora), seguirla en los capítulos que dedica a la organización y las intrigas del Partido Comunista en el interior y en el exilio, a su dependencia de Stalin, sus paranoias de traiciones y otras historias necesarias para comprender el fracaso de la invasión del valle de Arán, pero que sobran para la construcción de la novela y sus personajes. Claro que, como no quiere ser ficción, estos capítulos no es que sobren, sino que, simplemente, no interesarán a buena parte de los lectores; y, desde luego, a estos lectores se les harán pesados, porque son difíciles de seguir y faltos de interés, como análisis político puro y duro que son de un tiempo que ya pasó.

Lo que sí que sobra es el intento de enlazar la historia principal con los años de la transición, como ya pasó en «El lector de Julio Verne». No viene al caso seguir el hilo de la vida de los protas hasta los años setenta, en que los protas auténticos ya son los hijos de aquella generación, y ni siquiera los hijos de los que se fueron, sino los hijos de los que se quedaron. La historia pierde con estos epílogos, pero quizá para Almudena Grandes sea importante enlazar nuestra historia pasada con la presente.

Aunque en los intentos de hacer pedagogía con la literatura, pierde la literatura. Y la autora lo sabe.

Acerca de Isabel

lectora de novelas, preferiblemente con argumento, aunque después de muchos años me empiezan a gustar simplemente las bien escritas. Mayorcita, me ceden el asiento en el metro cuando no me tiño el pelo, y mi hija dice que soy friki. Yo me siento joven, lo que debe de ser típico de mi edad. Y como esto no es una novela, adiós, que me enrollo.
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2 respuestas a Inés y la alegría, Almudena Grandes

  1. Isabel dijo:

    No me fijé en este comentario, pero ya me ha pasado más veces, precisamente una con El lector de Julio Verne, que también es de Almudena Grandes. Creo que quiero redimirme de aquella opinión de que las novelistas me gustan poco. De todos modos, tus comentarios y los míos son el blanco y el negro…

  2. Javier dijo:

    Este libro también lo tengo comentado aquí…
    Me gustó, y conozco al hijo de un guardia civil retirado que formó parte de las tropas que acudieron al valle de Arán a repeler el ataque.

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