El lector de Julio Verne, Almudena Grandes

Probablemente muchos de los que lean este comentario se hayan dado cuenta ya de que no me gustan mucho las autoras españolas. Y no es porque no me gusten las mujeres escritoras, sino porque, hasta ahora, no me gustaba (con excepciones, claro) lo que escribían: poco argumento, poca aventura y mucha mirada “entre visillos”, que a mí me pone nerviosa, porque me gusta que me cuenten historias. Pero de un tiempo a esta parte, como, naturalmente, las personas se hacen eco de su entorno, las novelas de las mujeres tienen más movimiento, más “aire”.  Y aire tiene, y mucho, “El lector de Julio Verne”, ambientada en las sierras de Jaén, años cuarenta, muy lejos de la frontera con Francia, donde parece imposible que sobreviviera el maquis. Pero no es una novela del maquis, sino del orgullo de una gente que no se rinde, donde los del pueblo y los del monte van de la mano para no perder lo que les queda, la dignidad y la esperanza.

Es una novela poética, humorística, trágica, de aventuras y muchísimas más cosas. Si “El corazón helado” ya estaba muy bien contada  –con una pizca de romanticismo y de parcialidad, pero sólo la imprescindible- , “El lector de Julio Verne” sigue con el tema de nuestra posguerra, pero con mucho más oficio de escribir y mucha más poesía. Almudena Grandes deja de construir protagonistas, por más que no los construya nada mal, y da la voz y el protagonismo al pueblo, al monte,  a “la vaca lechera”, a los “alto a la guardia civil”,  a las trochas y los caminos. La novela coral viene reforzada por los motes por los que se conoce a unos y otros, motes que dan nombre a familias enteras y componen un paisaje colectivo muy convincente.

Pero  Almudena Grandes,  como Delibes, en cuanto deja el campo atrás deja también la poesía. Y por eso sobran las andanzas de Nino adulto, que sólo sirven para desvelar el misterio de la identidad de Pepe el Portugués, que, por otra parte, no era necesario desvelar, porque ¿desde cuándo un héroe no debe ser misterioso?

Acerca de Isabel

lectora de novelas, preferiblemente con argumento, aunque después de muchos años me empiezan a gustar simplemente las bien escritas. Mayorcita, me ceden el asiento en el metro cuando no me tiño el pelo, y mi hija dice que soy friki. Yo me siento joven, lo que debe de ser típico de mi edad. Y como esto no es una novela, adiós, que me enrollo.
Esta entrada fue publicada en Novela. Guarda el enlace permanente.

Deja una respuesta