Existiríamos el mar, Belén Gopegui


He seguido a Belén Gopegui desde sus primeros libros, y la sigo siguiendo, a pesar de que muchas de las premisas de sus libros y de las conclusiones que saca en sus personajes me parezcan incompletas. No digo erróneas, ni equivocadas, sino incompletas. Por muchos motivos, que no se pueden resumir en una pequeña reseña. Existiríamos el mar no es, como han escrito algunos, una «novela luminosa» sino, a mi modo de ver, más bien lo contrario.
Cinco madrileños en torno a los cuarenta comparten un piso cerca de Embajadores y han creado una comunidad funcional que les permite afrontar sueldos precarios, luchas sindicales, roturas sentimentales e incluso toda una pandemia. Una de ellos, Jara, desaparece tras varios meses en paro, y huye a una pequeña ciudad aragonesa para solucionar, al menos a corto plazo, el dilema en que se encuentra: «no eres» si no trabajas, en lo que sea, aunque te exploten. Los otros cuatro se plantean dejarla ir —les ha hecho saber que se encuentra bien y que no quiere que la busquen— o buscarla, aunque sea solamente para decirle que la quieren.
Me ha llamado la atención que la generación a que pertenecen los protagonistas es la siguiente a la mía, mientras que a Gopegui la situaría más cerca de la mía que de la de ellos. La precariedad, o más bien la conciencia de ella, una sociedad en la que los náufragos sentimentales son la mayoría, y no la excepción, la ausencia de niños en la vida de cada vez más personas, la decepción de la política como vía de solución, el refugio en las actividades sindicales por libre y muchos otros factores marcan una época en la que la solidaridad resulta cada vez más difícil, tanto por las fuerzas disociadoras y atomizadoras (aquí coincido con Gopegui) como por la ausencia de unos valores con suficiente entidad y peso (aquí no coincido con Gopegui).
Junto al ejemplo positivo de una simbiosis que funciona —quién sabe por cuánto tiempo, admiten sus integrantes—, el análisis del «sistema» se plantea como un conglomerado de injusticias, desde el empleo asalariado y el hecho de tener que pagar un alquiler por vivir hasta la imposibilidad de ejercer el «derecho a vivir». Pero ya digo que no voy a entrar a las premisas y las conclusiones de la autora, a la que seguiré leyendo, pese a nuestras diferencias, aunque sea solamente para conocer sus puntos de vista y para, a veces, poder decir que no estoy del todo de acuerdo con ella.

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1 respuesta a Existiríamos el mar, Belén Gopegui

  1. Isabel dijo:

    Conocí a Belén antes de que comenzara a escribir, y, efectivamente, tiene nuestra edad. A mí en general, sus libros me parece que no los «cierra», no se entiende muy bien su intención ni su trama, pero como persona es muy inteligente, muy observadora y muy amable. No muy alegre, eso no, y se nota en sus novelas. En fin, creo que hay que seguir leyendo para ver cómo evoluciona; a mí «La escala de los mapas» sí me gustó, y mucho. Algún día espero decir lo mismo de otro de sus libros.

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