Las rosas de piedra, Julio Llamazares

Es difícil encuadrar este libro, que comencé a leer llevado por el nombre del autor al encontrarlo por casualidad en la biblioteca de un amigo. No es un tratado de arte, ni estrictamente un libro de viajes, pues el autor es muy somero en las descripciones de lugares y pueblos.
Puede considerarse como un homenaje, no al arte románico ni a determinados creadores de iglesias, retablos u ornamentos litúrgicos, sino a la herencia en piedra que han dejado mil años de cristiandad en la Península Ibérica y que, en opinión de algunos es lo único que queda de un pasado no siempre glorioso y en muchos casos no precisamente cristiano.
El autor, que se titula a sí mismo de viajero, emprende su periplo por todas las catedrales del norte de España -ha anunciado que seguirá con el sur- en Santiago de Compostela, donde, honrado, declara no ser peregrino ni turista y se queda por tanto sin la compostela.
A partir de ahí sigue su ruta por antiguas y nuevas sedes episcopales, que son testimonio de una suerte muy desigual. Sin pecar de exceso de erudición, describe con maestría lo más destacado de cada una de las catedrales o, mejor dicho, lo que a él más le gusta. Narra también su llegada a cada lugar, sus peripecias para entrar y permanecer en el interior de las iglesias y museos catedralicios e incluso los lugares donde come y su menú, otorgando con ponderación un menor peso a estos aspectos.
Llamazares se declara no creyente, pero describe con respeto lo que ve. No falta alguna referencia irónica al mencionar las leyendas milagrosas que no faltan en ninguna de las catedrales.
El libro invita a subirse al coche y seguir su ruta. Al mismo tiempo, las naves vacías y el mismo tono de Llamazares dejan un poso triste en el lector. ¿Realmente es eso todo lo que encierran las catedrales?

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