Primer y último amor, Torcuato Luca de Tena

Ni por el título ni por el autor, al que en mi ignorancia relegaba al periodismo de una época pasada, hubiera empezado a leer este libro. Fue un amigo el que me lo recomendó, y al que estoy agradecido. Se trata de uno de esos libros que se leen con gusto, en los que el lector desea influir en el desenlace y que, pese a los sorprendentes y algo forzados sucesos del último tercio, dejan un regusto agradable.

Una novela de amor «de antes de la guerra» que no cae nunca en la cursilería ni en el sarcasmo. La historia en blanco y negro de dos adolescentes que, después de un inocente idilio en una ciudad aragonesa a comienzos del siglo XX, son separados por el destino, se entremezcla con la llegada a Jaca de Fermín Anzúe, un profesor de historia jubilado y desengañado que decide retirarse a una residencia de la tercera edad (o de la «última», como ironiza el autor) vecina a su ciudad natal. En su primer reencuentro con la ciudad del Alto Aragón vuelven a su memoria a modo de pinceladas recuerdos de su niñez y, con una obsesiva perseverancia, de su enamoramiento en una chica poco más joven que él, de la que ni siquiera recuerda con certeza su nombre.

Otros ingredientes que contribuyen a hacer de este libro una lectura agradable son la descripción descarnada del ambiente en una residencia de ancianos y el tono a veces mordaz con que el narrador describe a algunos personajes. Sirva como ejemplo la presentación de dos gemelas ancianas y espiritistas: «Eran parecidísimas. Ambas bajitas, arrugaditas, con cara y color de garbanzos y el pelo teñido de color zanahoria. Si se adornasen con una col serían la parodia perfecta del cocido madrileño.»

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