Abril rojo, Santiago Roncagliolo

Perú en el año 2000. Mucho tiempo después de la desaparición oficial del Sendero Luminoso, el terrorismo sigue siendo un tema latente en Ayacucho, una ciudad de ambiente indígena en el corazón del Perú. Un fiscal con extraños complejos investiga muertes que parecen llevar el marchamo del sanguinario grupo terrorista. El ejército, la policía y el poder judicial compiten en una pequeña ciudad que celebra una Semana Santa teñida de rojo.

El joven autor Santiago Roncagliolo pone en escena una novela corta pero intensa, con una dosis asequible de costumbrismo y referencias políticas a la democracia sui generis de la era Fujimori. El escritor se aleja de la inevitable referencia que encarna Vargas Llosa con una trama policíaca que sigue el ritmo de las celebraciones litúrgicas y las populares procesiones. Y consigue introducir al lector en el mundo de una pequeña ciudad del Perú, con sus campesinos, sus tradiciones y la imborrable sombra de los terrucos, los terroristas comunistas de Sendero Luminoso.

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2 respuestas a Abril rojo, Santiago Roncagliolo

  1. Javier dijo:

    Las conclusiones políticas son evidentes. El mérito de Roncagliolo es precisamente resumir toda esa información y esa denuncia al régimen de Fujimori y a todos los anteriores en una trama casi policíaca que, de algún modo, refleja también el mutismo de los indios. La ambientación de los crímenes en medio de la celebración de Semana Santa en Ayacucho es genial.
    Pero, para comprender la situación concreta del Perú no hay más remedio que leer a Vargas Llosa. Por ejemplo, la Historia de Mayta.

  2. Isabel dijo:

    Haces unos resúmenes muy buenos, dejas la intriga sin tocar para quien se lo lea.
    Yo he sacado una conclusión muy desesperante de esta novela, y es que indirectamente Santiago Roncagiolo denuncia que a los indígenas se les ha dejado solos para que desaparezcan: ellos ya no dejan acercarse a los visitantes/turistas porque desconfían de todos los extraños, y desde el poder se aprovecha su aislamiento para no enviarles maestros, ni médicos, ni ayudas estatales, ni nada positivo, de manera que acabarán siendo invisibles o desaparecerán porque se los cargarán, bien Sendero Luminoso, bien el ejército.
    Una segunda manipulación de los políticos que se toca de refilón es cómo manipulan y utilizan al ejército: cuando vino bien los militares hicieron de policía política, y ahora, en lugar de darles medallas por ser los «salvadores de la patria», esos militares deben esconderse y no llamar la atención porque ya no es políticamente correcto haber sido «asesinos de rojos». Y, claro, los militares implicados no lo entienden, ellos esperan el reconocimiento debido.
    La primera manipulación me parece que la localiza el autor en Perú, pero la segunda creo que es general en toda américa latina. El chico es periodista y da la impresión de que ha hecho los deberes.
    Pero, bueno, yo saco conclusiones políticas donde no las hay.

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