La tercera virgen, Fred Vargas

Esta novela policíaca representa con toda propiedad a lo que podríamos denominar «nueva novela negra». A diferencia de las obras clásicas de este género, considerado arte menor por muchos críticos y lectores, el crimen y su resolución no constituyen más que una parte de la trama. La narración adquiere más profundidad y diversidad, y se convierte así en un género literario muy distinto, por la implicación personal de la brigada de policía, con el comisario Adamsberg a la cabeza, y por la caracterización precisa de una gran diversidad de personajes y entornos secundarios, que Vargas enmarca siempre en un contexto histórico y cultural interesante. En este caso conocemos algo de la prehistoria de Adamsberg y Veyrenc en el Pirineo francés y vemos cómo se enriquece el mito en torno a la voluminosa teniente Retancourt. Entre los personajes secundarios destaca la tertulia de cazadores en un pueblo de la Alta Normandía, que observa con cautela y cierta aversión la irrupción en sus vidas del singular comisario de París.
Adamsberg se encuentra con el caso casi por casualidad. Acompaña a su antigua compañera y madre de su hijo Tom a un concierto en un pueblo normando, y es así como llegan a su conocimiento extraños acontecimientos, como la muerte de un ciervo en circunstancias llamativas o la profanación de una tumba. La visita al párroco, que les muestra orgulloso un antiguo libro sobre las propiedades curativas de las reliquias, hace que asuma un caso que se disputa con el capitán de la gendarmería local, poco dispuesto a colaborar con el famoso comisario.
La trama se soluciona mucho antes del final del libro, que incluye dos capítulos reales, no meros epílogos, en donde se arreglan antiguas cuentas pendientes.

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