El balcón en invierno es un precioso libro de vivencias, más que de memorias, del maestro Landero. Y digo maestro a propósito porque me recuerda una historia que leí hace tiempo y me gusta mucho: Por qué cualquiera puede ser ministro, pero no maestro. Como ministro viene de minus, -menos- (minister), mientras que maestro viene de magis, -más- (magister), cualquiera puede dedicarse a “servir” a los demás siendo ministro, servidor público, mientras que no todo el mundo puede ser “magis” y enseñar algo.
No más novelas y Un grano de alegría, un mar de olvido, son el primero y el último capítulos de esta nueva entrega de las historias de Landero que, al contrario que otros, narran vivencias, sentimientos, nostalgias: el transcurrir de la vida y el tiempo, pero no en sus hechos, sino en su poso y, después, en su recuerdo, en su re-poso. El sonido más triste del mundo, Caprichos del azar, Las cuentas de la vida y otros capítulos resuenan al leerlos como capítulos de nuestra propia nostalgia. Así que he decidido releer Nada, seguir con Ultimas tardes con Teresa, luego Tiempo de silencio, Señas de identidad, Extramuros, algo de Delibes…
Y luego, terminará el verano.
O quizás no.