Deshacerse de libros


¿Cómo deshacerse de libros cuando es imposible conservarlos? Si mete uno el título de esta entrada en algún buscador de Internet, o en una de las sobrevaloradas inteligencias artificiosas en la red, encuentra recomendaciones obvias: donarlos a bibliotecas, a colegios, a residencias o a organizaciones benéficas, enviarlos a páginas web que compran y venden libros de segunda mano, hacer intercambios, etc. Al parecer, estos oráculos no lo han intentado nunca. Ninguna de las bibliotecas, los colegios y las instituciones que he consultado quieren libros, y la mayoría ni siquiera contesta. Al final he optado realmente por la venta en Internet. No por el dinero (no pagan mucho), sino por la esperanza de que lleguen a manos de lectores. Por este mismo motivo he colocado algunos libros en las «bibliotecas de intercambio» en que se han convertido algunas cabinas telefónicas en Alemania (por suerte no han hecho lo mismo con los baños públicos).

Pero el problema real no es técnico, sino existencial. Deshacerse de libros es (casi) como deshacerse de un perro (vivo), o de una colección de vinilos, o del peluche preferido, o del primer coche, o…
Mi colección de libros ha ido creciendo exponencialmente durante los 45 años que llevo en Alemania. Soy un lector compulsivo y, hasta que salieron las ediciones digitales, mi única fuente de publicaciones en español era la compra. Una afición cara, podéis estar seguros. Las ediciones «de bolsillo» te vacían éste, igual que las otras.

En cualquier caso, unos 1000 o más libros ocupan un volumen considerable y pesan un montón. Si además te cambias de casa y de ciudad con cierta frecuencia, cada traslado te exonera de ir al gimnasio durante varios meses y te causa varias heridas de corte con papel en las manos.

Pero ahora ha llegado por fin el momento de deshacerse de la gran mayoría de los libros. No tengo espacio. Y nadie los quiere en bloque, algo que entiendo perfectamente. Ya llevo tiempo regalando a derecha y a izquierda, pero la mayor parte de mis conocidos quieren libros en alemán.
He empezado a preparar y despachar envíos a una empresa que se dedica a la compraventa, y con cada caja que cierro me entra la depre… Y es que cada libro que has comprado y leído te trae recuerdos. Del contenido, de las sensaciones al leerlo, de las horas robadas al sueño por imposibilidad de dejarlo para el día siguiente, del lugar en el parque vecino donde has leído durante las tardes de verano, y de mucho más. Consuela un poco saber que muchos de esos libros están disponibles en ediciones digitales, mucho más económicas, pero no es lo mismo. En el Reader no se puede meter la nariz para oler la tinta y el papel. El Reader es una pantalla y no te saluda con un guiño desde la estantería, ni desde la mesilla. Un archivo digital no te cae por casualidad en las manos cuando buscabas otra cosa, y se te queda pegado a las manos hasta que has acabado de leerlo de nuevo, olvidando lo que estabas buscando. Además, no es igual una lista informática que mi colección de relatos de Delibes, o de García Márquez, o de Murakami, o todos los episodios de Bevilacqua y Chamorro, o libros singulares como el tomo de Las rosas de piedra sobre las catedrales españolas, o el Romancero gitano, y no sigo porque no acabaría nunca.

De todos modos, sigo dando vueltas a la pregunta clave: ¿con qué te quedas? ¿Cuál es realmente tu biblioteca de emergencia? Una pregunta sin respuesta sencilla. Me he quedado por ahora con algunos pocos libros que releo con cierta frecuencia. Pero me conozco, y estoy seguro de que las existencias comenzarán a crecer de nuevo.

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