Los muchachos de zinc, Svetlana Alexiévich


Esta novela de la ganadora del premio Nobel de literatura en 2015, la bielorrusa Svetlana Alexiévich, ha adquirido de nuevo actualidad con la invasión rusa en el este de Ucrania. Haciendo uso de un recurso literario muy habitual, Alexiévich recoge testimonios de combatientes, médicos y enfermeras, empleados del ejército, comerciantes y familiares de todos ellos, relacionados con una guerra que no se reconoció como tal por parte rusa.
Alexiévich sabe ordenar y seleccionar los textos de modo que se cree una impresión determinada. Los soldados que acudieron a Afganistán, engañados por sus superiores, se encontraron inmersos en una situación bélica para la que no estaban preparados, luchando con toda una nación, que combatía en régimen de guerrillas. Como suele suceder en estas contiendas, hubo de todo: héroes, cobardes, sadistas, personas que se enriquecieron, otras que enloquecieron, otras que cayeron en depresión al volver a su país y convertirse en objeto de crítica de toda una sociedad que no los consideraba héroes de la patria, como sucedió en otras guerras.
El nombre muchachos de zinc proviene de los ataúdes utilizados para repatriar a los caídos en la guerra. En el libro se recogen testimonios, artículos y actas de diversas personas en relación con la querella iniciada por un conductor militar y la madre de un soldado fallecido en combate. Como es natural, esta querella contribuyó indirectamente al éxito de la novela.
El mensaje de Svetlana Alexiévich es claro: la guerra no tiene nada que ver con las figuras heroicas que ensalza la tradición militar en muchos lugares. Y los daños que causa la guerra no se limitan a los destrozos y a los heridos y muertos.
Una lectura interesante, pero muy dura.

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