Las barbas del profeta, Eduardo Mendoza


Leo siempre con gusto a Eduardo Mendoza. Además de la calidad literaria de muchas de sus obras, Mendoza pertenece a mi generación y, por tanto, compartimos vivencias y un trasfondo cultural muy singular, el de los españoles que vivieron los últimos años de la dictadura sin tener gran capacidad de influencia, y que recibieron la formación y el adoctrinamiento de una sociedad muy especial.
Un atributo de esta sociedad es lo que se ha llamado «nacionalcatolicismo», es decir, la presencia de la iglesia católica en numerosos ámbitos de los que actualmente, generalmente con buen criterio, se la excluye, o se la incluye como un factor más. Entonces no era así, y un ejemplo es la asignatura de Historia Sagrada, tema central de este libro de Eduardo Mendoza.
El contenido de esta asignatura eran narraciones de la Biblia, sobre todo del Antiguo Testamento (el nuevo formaba más bien parte de la clase de Religión), que se conviertieron así en fuente de inspiración, de fantasía, de sueños y pesadillas para varias generaciones.
En su obra, Eduardo Mendoza comenta este hecho y describe, añadiendo comentarios más o menos ocurrentes, algunas de las historias más llamativas, como el Paraíso con Adán y Eva, el Diluvio universal, Jonás y la ballena, etc. Como ya ha hecho en otros libros que tocan el tema religioso, Mendoza recurre a su declarada «no creencia» para criticar, calificar o incluso ridiculizar algunas de las historias que nos contaron. Todo ello con una mezcla de respeto e irreverencia, erudición e ignorancia (por ejemplo, en la narración de la llamada de Jonás) que, en el fondo, no satisface a nadie. La brevedad de los comentarios y la falta de profundidad en las consideraciones hacen que este libro parezca más bien una charla de bar que una crítica o siquiera una descripción de la asignatura Historia Sagrada.
Más interesante me parece lo que las palabras de Mendoza revelan de su propia postura religiosa, que comparte con muchas personas de nuestra generación. La religión, y con ella también la Historia Sagrada, se relegan a un costumbrismo, que incluye ceremonias vistosas, normas que cumplir de cara al exterior y mitos tradicionales, cuyo conocimiento contribuye como mucho a poder explicar los «monigotes» (como los llama mi sobrina) que adornan las catedrales europeas.
En definitiva, poca chicha para un libro de un autor de esta categoría.

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