Cae la noche tropical, Manuel Puig

Esta no es una novela reciente: la tenía pendiente de leer desde hace tiempo, porque los autores latinoamericanos son difíciles en general, pero, de todos modos, tampoco la tengo desde que se publicó (1988), sino que la compré después, cuando voy almacenando novelas de algún autor que me gusta y compro todo lo que veo de él con la voluntad, no siempre cumplida, de que algún día tendré tiempo para leerlo. En este caso, el tiempo llegó, y la he leído más de 30 años después de que la escribiera. Pero, aunque se nota algo el tiempo, todo lo que escribe Manuel Puig se convierte en un clásico, así que no importa.
Sin querer destriparla, puedo decir que va de hacer un retrato fiel del mundo latinoamericano, ya que las protagonistas son argentinas, pero viven en Brasil.
La novela empieza con la presentación de dos hermanas ya ancianas, que representan una clase media relativamente acomodada que prácticamente está desapareciendo, ya que, de los hijos de ambas, uno vive en Suiza, otra ha muerto y sólo el tercero sigue viviendo en Argentina.
A partir de esta «toma de tierra» en la clase media, se abre el abanico de la visión del mundo de estas ancianas: una amiga psicoanalista más joven -pero no mucho, unos cincuenta años-, también argentina, y unos empleados jovencísimos, estos brasileños, que se cuentan por docenas y a los que se puede recurrir para recados, favores y temas menores.
Pero entonces la trama se complica, porque, después de desplegar la visión romántica de la vida que les cuenta la psicoanalista a las ancianas – un amor romántico, un interés realmente altruista por sus pacientes-, la realidad que van descubriendo es que la vida amorosa de la psicoanalista es muy cínica, y el interés por sus pacientes se traduce en una cuenta corriente abultadísima, porque es una doctora muy, pero que muy cara. Y este segundo nivel ya decepciona a las ancianas y al lector le empieza a intrigar qué va a pasar después.
Y lo que pasa después es que Manuel Puig sigue retratando más planos de la realidad, y esta vez ya le toca a los brasileños jovencísimos y paupérrimos que pululan por la ciudad durmiendo en edificios en obras o en el suelo de cocinas, y que no llegan a tener dinero para comer todo el mes ni siquiera trabajando. Y en este nivel, en lugar de encontrar seres ingenuos y puros como el buen salvaje de Rousseau, que es lo que creyeron ver al principio, se descubre la realidad pura y dura de la gente que vive en el nivel de la subsistencia sin más horizontes: El sexo donde pilla, la vida a salto de mata, los ajustes de cuentas al margen de la ley, el sacrificio de los débiles…
Una preciosa novela que, a pesar de lo escrito hasta aquí, no es triste ni cínica. Es real, y como todo lo real, tiene su puntito de risa y de esperanza, incluso de curiosidad por saber qué pasará con los personajes después de la palabra Fin.

Acerca de Isabel

lectora de novelas, preferiblemente con argumento, aunque después de muchos años me empiezan a gustar simplemente las bien escritas. Mayorcita, me ceden el asiento en el metro cuando no me tiño el pelo, y mi hija dice que soy friki. Yo me siento joven, lo que debe de ser típico de mi edad. Y como esto no es una novela, adiós, que me enrollo.
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