El puente de Alcántara, Frank Baer

Me ha sorprendido esta novela, que ya tiene sus añitos, por su capacidad para sumergir al lector en la época que narra, como buena novela histórica que es. Pero ya no es tan común tener que esperar a la página 400 para que los protagonistas se encuentren en la misma ciudad. Pero sólo para que se encuentren en el mismo lugar, ni siquiera para que se conozcan, ya que sus historias son paralelas -a veces se cruzan- pero no se entremezclan, perteneciendo como pertenecen a tres culturas distintas: Conviven agitadas, pero no mezcladas, como diría el inolvidable Sean Connery.  Aunque al final el amor todo lo puede y algo sí que se mezcla (conste que con esto no destripo la novela, porque la historia de amor no es el centro de la trama; hay más de una).

El caso es que he empezado el comentario por donde no debía, ya que lo importante de esta novela es la inmersión cultural. Porque te sumerges en las tres culturas -judía, árabe y cristiana sucesivamente- a través de sus tres protagonistas, muy bien escogidos: El judío es un médico, el árabe es un poeta y el cristiano es un soldado. La cultura útil, la cultura inútil y la incultura. O el mundo intelectual estoico, el mundo de la belleza pura como meta en sí misma y el mundo de la supervivencia (llámese conquista o guerra si se quiere) pura y dura, sin concesiones y sin sofisticación alguna.

Pero, además de sumergirnos totalmente en las tres culturas de la península, tiene otras muchas cualidades: El lenguaje es perfecto; las intrigas son parte de nuestra historia, ya que aquellos siglos fueron tan convulsos que no hace falta adornar la realidad para hacerla novelesca: Casi hay que simplificarla para hacerla entendible. Y la comprensión del autor de la mentalidad de la época es impresionante: explica en cuatro frases por qué el Cid fue una revolución en el modo de guerrear de la época; cuenta de un modo totalmente realista  cómo el soldado se desencanta de su idea de que la guerra es gloriosa y heroica;  introduce un par de situaciones en las que las creencias religiosas de la época deciden quién vive y quién muere. Etc…

Resumiendo, durante algo más de mil páginas viajas a otro mundo al que no le faltan sofisticación, aventuras, intriga ni cualquier otro aditamento que podáis pedir a una novela de las de tarde lluviosa y cafetito -o té, o chocolate, al gusto del consumidor-.

Preciosa. Perfecta. Y una crónica de la época, para quien le guste la historia, que nos explica, en la medida en que se pueden explicar pasados los siglos, los acontecimientos y su porqué de un siglo convulso: El «prota» árabe es el Amenábar de nuestro romance Amenábar, Amenábar,/ moro de la morería…

Acerca de Isabel

lectora de novelas, preferiblemente con argumento, aunque después de muchos años me empiezan a gustar simplemente las bien escritas. Mayorcita, me ceden el asiento en el metro cuando no me tiño el pelo, y mi hija dice que soy friki. Yo me siento joven, lo que debe de ser típico de mi edad. Y como esto no es una novela, adiós, que me enrollo.
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