El cementerio vacío, Ramiro Pinilla

Ramiro Pinilla vuelve a combinar a los personajes de su saga con un homenaje a la novela negra. Al igual que en «Sólo un muerto más», el protagonista es el librero de Getxo, Sancho Bordaberri alias Samuel Esparta, que investiga un crimen pasional ayudado por su secretaria Koldobike (me encanta la versión euskera de Luisa). La joven Anari aparece asesinada detrás de la ermita de San Baskardo en medio de la romería. Sobre ella encuentran a Pedro, un maketo, minero del otro lado de la Ría, que se salva de milagro de ser linchado por los getxotarras. Sancho se resiste a inmiscuirse en lo que parece un crimen sin misterio hasta que dos jóvenes acuden a su librería para contratar sus servicios, afirmando que Pedro es inocente. No tiene más que dos días de tiempo, hasta el entierro, para intentar aclarar unos hechos que se se entremezclan con una antigua leyenda. Según esta creencia, los cementerios costeros se vacían por abajo, cuando los enamorados sepultados en tumbas vecinas se escapan hacia el mar, en donde está el origen del pueblo vasco, para vivir una nueva vida.

Pinilla riza quizá en excesiva el rizo de la novela negra, de los detectives con gabardina y sombrero. Este segundo plano adquiere un protagonismo especial. En Getxo, la primera novela de Sancho Bordaberri ha procurado a Sancho una fama ambivalente. Los habitantes del pueblo, que se sienten protagonistas de la próxima novela del librero, reaccionan con suspicacia e incluso con agresividad al autor de una narración de sus vidas.

A la trama se suman un comisario franquista que añora una política distinta, un párroco con la ikurriña escondida bajo la sotana y un coadjutor con malas inclinaciones. Un nuevo capítulo en la saga creada por Pinilla que vale la pena leer.

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