Todo lo que era sólido, Antonio Muñoz Molina

Este ensayo sobre la crisis de la economía y de la sociedad española actuales es un texto muy útil para comprender cómo se ha llegado a la desquiciada situación en que se encuentra España en la actualidad. Antonio y yo somos casi de la misma quinta (yo nací un año antes) y compartimos el hecho de haber pasado mucho tiempo fuera de España. Quizá sea ese el motivo de que entienda bien su argumentación y de que pueda compartir la mayor parte de su diagnóstico. Difiero en cambio en algunas estimaciones y en muchas de sus conclusiones, en las que, a mi modo de ver, se sigue notando el historial político del autor.

Muñoz Molina no pretende analizar distintos modelos económicos. No es su tarea. Ni tampoco la clave del problema. Los estafadores de diversos tipos que se han enriquecido en España en los últimos 38 años tampoco son economistas: son simplemente mafiosos, que se ayudan entre sí y no tienen el mínimo pudor en quedarse con el dinero de otros. En cambio, describe muy bien uno de los puntos críticos: la falta de formación democrática de la sociedad española, unida a una inconsciencia colectiva e individual acerca de las consecuencias de actos concretos y una ausencia de mecanismos eficaces de control sobre la actividad política y económica. Esto es lo que ha permitido el nacimiento de un simulacro de sociedad moderna y democrática. Y es también lo que sigue impidiendo el consenso social necesario para romper los círculos viciosos de la política, para pinchar la burbuja institucional que sigue existiendo e incluso creciendo y para llegar a un nuevo realismo en la estimación de ingresos y costes.

Las comparaciones que establece con un entorno muy particular de la sociedad estadounidense o con el entorno en que escribe parte del ensayo en Holanda tienen una validez limitada. Yo llevo 35 años viviendo en una sociedad democrática considerada por algunos como ejemplar y que acaba de desplazar a Japón como «el país más admirado» internacionalmente, y tengo una visión menos optimista del supuesto respeto mutuo y por la sociedad en otros países. También aquí hay clientelismo, corrupción, evasión fiscal, fraudes a pequeña y gran escala. Pero no están bien vistos. Y se persiguen. Y el modelo a seguir no es el pelotazo, sino el del trabajador bien formado, el comerciante honrado y el empresario que mantiene aquí sus puestos de trabajo. Y la iniciativa privada, también en la educación: creo que éste es uno de los puntos en donde Antonio anda más equivocado.

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