Arroz y tartana, Vicente Blasco Ibáñez

Tengo que reconocer que estoy releyendo algunas obras de Blasco Ibáñez, en buena parte, por conocer ahora mejor la ciudad de Valencia y los paisajes que describe, así como algo de la historia del Levante feliz, como se le llamaba antes. De todos modos, vale la pena leer sus novelas, asombrosamente «modernas» a pesar de la época en que fueron escritas. Es cierto que, a veces, se pueden saltar un par de líneas de descripciones, y que el ritmo de la trama suele ser tendido. Pero los temas que trata, el modo de enfocarlos y la credibilidad de los personajes no sufren en absoluto.

Arroz y tartana, ambientada a fines del siglo XIX en ambientes burgueses de Valencia, trata de ascenso y descenso social, de la manida clase media de las provincias españolas, del «comerciante honrado» y del riesgo, de la pobreza vergonzante y de los pobres sin vergüenza.

La figura central es doña Manuela, antigua dependiente de un comercio de tejidos junto al mercado central de Valencia, que llega a poseer un cierto capital después de la muerte de su segundo marido. No obstante, su estilo de vida de nueva rica la lleva a gastar más de lo que tiene y a ir empeñando todas sus propiedades. Otros personajes importantes son su hermano, comerciante tradicional adinerado con los años, su hijo mayor, que sigue las huellas de su padre comerciante, y el nuevo propietario del tradicional comercio, que consigue hacerse con algo de dinero jugando a la incipiente Bolsa. El libro es breve, y deja gusto a más.

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