Nos crecen los enanos, César Pérez Gellida


Vuelve uno de los escritores más prolíficos y más fiel a sus personajes de la novela negra española. Este autor vallisoletano, de prosa rápida y elegante, con recursos muy variados que van desde la música y la poesía de fondo hasta el encadenamiento de párrafos y el encuadre temático de la novela completa, recupera a la policía Sara Robles, la relaciona con el guardia civil Bittor y la pone a investigar a dos cadáveres encontrados por casualidad cerca de Urueña. De ese modo pasan a primer plano los protagonistas de la novela anterior de Gellida «Astillas en la piel». Más que protagonistas, se trata de los cadáveres. Al retomar la investigación se suman al equipo Ramiro Sancho, antiguo jugador y entrenador de rugby, al que Gellida ha hecho viajar por todo el planeta, desarmando intrigas de dimensiones dantescas, y a Erika Lopetegui, una investigadora genial que arrastra una bipolaridad que, más que una traba, supone casi un recurso adicional.
Como de costumbre, la narración adquiere desde el comienzo un ritmo vertiginoso, que va aumentando a pesar de los tropiezos que cometen los investigadores y los supuestos aciertos del malo, que se ampara en el desconocimiento casi total de su implicación en los hechos, o bien en su capacidad para ir suprimiendo todas las huellas.
En esta novela, Gellida se introduce en la psicopatología de un asesino de serie, al que de algún modo intenta exonerar de responsabilidad, o aminorar esta, relacionando el inicio de sus andanzas con un caso de abuso en un internado, y se recrea a mi gusto excesivamente en las descripciones violentas y sensuales de sus crímenes.
De todos modos, no voy a quitar méritos a un autor que ha convencido a muchos lectores y autores en España y en otros países.

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