El infinito en un junco, Irene Vallejo

Es éste un ensayo sobre la historia del libro, pero no la historia de las narraciones que han ido conteniendo los libros a través de los siglos, sino del soporte que ha mantenido esas narraciones: barro, cera, papiro, pergamino, hasta llegar al papel. Lo he llamado ensayo por clasificarlo de algún modo, porque bien podría ser una monografía, dada la cantidad de datos que contiene. Me ha recordado, por esa cantidad de datos y esa erudición, a Las Armas y las Letras, de Andrés Trapiello. Ambos están llenos de información que, afortunadamente, han sabido dosificar sus autores y alternan en el texto y en notas a pie de página, sin lo que serían totalmente indigeribles, como ocurre con los textos de los eruditos cuando se empeñan en demostrar todo lo que saben. La divulgación, aunque no sea para principiantes, debe conectar con sus lectores, como el resto de géneros si su autor quiere ser leído.

           Esta monografía-ensayo no es exactamente fácil; porque su contenido sí es fácil, se entiende todo; no en vano su autora escribe muchos artículos en medios periodísticos. Pero, como decía más arriba, tiene tanta información que sólo se pueden leer seguidas 15 o 20 páginas; a partir de ahí, te bloqueas por saturación. Y tampoco es que puedas asimilar todo lo que has leído; pero si quieres quedarte con una idea general, tienes que parar, descansar y dar tiempo a tu cerebro para que se entere del «global», antes de seguir leyendo, so pena de entender todo lo que lees, eso sí, pero no retener nada, ni siquiera la idea general.

          Por lo demás, el libro está lleno de interesantísimas anécdotas de personajes, viajes y peripecias varias,  preciosos resúmenes de novelas que vienen al caso de lo que cuenta y unas interesantísimas y esclarecedoras explicaciones de cuándo, por qué y cómo desaparecieron ciertos libros, se expandieron las bibliotecas o se fue modificando el soporte del libro. Todo ello con una prosa fácil y bonita. Así que, a pesar de que se hace largo, balance muy positivo para el libro y la autora. Es muy recomendable.

Acerca de Isabel

lectora de novelas, preferiblemente con argumento, aunque después de muchos años me empiezan a gustar simplemente las bien escritas. Mayorcita, me ceden el asiento en el metro cuando no me tiño el pelo, y mi hija dice que soy friki. Yo me siento joven, lo que debe de ser típico de mi edad. Y como esto no es una novela, adiós, que me enrollo.
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