Antes de empezar a leer este libro, ambicioso por su extensión, leí algunas críticas y vi un vídeo con una entrevista al autor en ETB. Tengo que decir que, a toro pasado, la mayoría de las críticas me parecen poco acertadas. Diría que algunos de sus autores no han leído el libro. La entrevista sí que refleja al autor de esta obra. El argumento es bien sencillo: Toni, un profesor de filosofía de instituto de 54 años, decide quitarse la vida el 31 de julio del año siguiente. Como preparativo y quizá, como aliciente y confirmación de su intención, escribe un diario en el que va recogiendo algunos sucesos de ese periodo —los más relevantes pueden ser la muerte de su madre y su sobrina, y su reencuentro con una antigua novia— y añade consideraciones propias de otros, en parte las que ha ido coleccionando en una agenda.
La prosa es moderna, correcta y ágil, la duración de los capítulos-diarios acertada, y la narración coherente de comienzo a fin. Es un libro, por tanto, trabajado. Pero el personaje es sumamente antipático, misógino y, en líneas generales, poco atractivo. No creo que nadie quiera identificarse con él, y dudo que alguien así pueda existir de verdad. El método cumulativo, con unos 365 capítulos breves, va dejando borrones puntillistas que componen una imagen en sí coherente, pero irreal. Excesivo es el derroche de inhumanidad de Toni. Soy consciente de que, si Toni viviera de verdad y leyera estas líneas, respondería: ¿y a ti quién te manda leer lo que yo he escrito?.
Me manda el autor, que escribió un libro memorable sobre un fenómeno que ha marcado entre otros el Siglo XX en España, y que sigue dando coleadas. A diferencia de libros largos de otros autores que tampoco me han gustado, en este caso no he tenido la tentación de dejarlo, a pesar de algunos tramos sórdidos y en parte ridículos. A Aramburu le sobra oficio, y es de esperar que el libro tenga un cierto éxito.
Pero espero más bien que encuentre otro tema más real, más cercano a los lectores.
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Este libro se me ha hecho pesado, bastante pesado, al principio, un largo principio de unas 250 páginas. El resto hasta las 700 que tiene aproximadamente, me ha ido enganchando, quizás porque el entorno empieza a «moverse» (los personajes que rodean al protagonista empiezan a interactuar más), quizás porque, simplemente, te metes en el ritmo de la novela, que es «aquí no pasa nada», y por eso es tan difícil que interese. Porque, realmente, que vayan pasando los capítulos y no haya nada, ni interesante ni soporífero, sólo nada, y que, además, el autor ya te haya contado el final, la verdad es que no despierta mucho interés para seguir leyendo.
Es el tipo de novela que recuerda algunas otras de los años sesenta, como El Jarama, o Tiempo de silencio, o Nada, que parecen anodinas al principio y luego estalla la tragedia. Quizá el autor haya querido hacer algo parecido a propósito, introducirnos en un mundo en el que no pasa nada -aparentemente- para luego pillarnos por sorpresa con el desenlace.
En general, estoy bastante de acuerdo con el comentario de Javier, por una vez y sin que se repita.