La única historia, Julian Barnes


Julian Barnes escribe en los últimos tiempos novelas para degustar página a página. Los hechos que se describen, la trama, resultan secundarios ante la introspección del narrador o del protagonista y el desarrollo recurrente de temas esenciales, que importan a todos. Es así en El sentido de un final, o El ruido del tiempo, las dos novelas que preceden a la actual.
La única historia narra en primera y en tercera persona la historia de Paul, un joven hijo único que vive con sus padres en un barrio londinense en la década de los 1960. Al poco tiempo de entrar en un club de tenis, sin haber cumplido aún los veinte, conoce a Susan, una mujer madura, dos décadas mayor que él, con la que juega a dobles mixtos. Poco a poco se va enamorando de esa mujer sin saber realmente qué le sucede y sin pensar en las posibles consecuencias de una situación de ese tipo. Para Paul, la relación con Susan tiene en realidad el efecto contrario a lo que la llamada revolución sexual tuvo para sus amigos y colegas de la universidad. Algún tiempo después se van a vivir a Londres, rechazando cualquier complejo de culpabilidad. Al poco, Susan comienza a beber sin control y a destrozarse a sí misma.
En la novela, Barnes recoge las reflexiones de Paul a lo largo de toda su vida, hasta más allá de la muerte de Susan, su responsabilidad por la vida de los demás y por la suya misma.
Al leer los libros de Barnes se nota que el autor disfruta escribiendo y comunicando sus pensamientos, y lo hace de un modo reposado, que no llega a ser aburrido porque siempre hay un lance que mantiene el interés, o porque se llega inesperadamente al final.
Me encantaría poder disfrutar de su escritura en su lengua original.

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