Atentado, Juana Salabert


Un día de verano en una ciudad imaginaria de la cornisa cantábrica. En el celebrado teatro de la ciudad, un grupo espera a una visita guiada. Paseantes y turistas ocupan despreocupados las mesas de las terrazas de la plaza. Y de pronto, lo inimaginable: una furgoneta avanza a toda velocidad atropellando a peatones y turistas en los bares. Poco después, de su interior salen terroristas con cinturones de explosivos, armas de fuego y cuchillos, y siempran el pánico y la muerte entre los sorprendidos paseantes. Bajo el mando de un jefe con chilaba, que se hace llamar Yusuf, el grupo de terroristas toma un grupo de rehenes y se repliega al interior del teatro. Pronto acuden coches de policías, ambulancias y grupos de intervención inmediata.
Esta descripción se desprende del testimonio mudo de una selección de personas, desde un paseante atropellado que se refugia bajo un tenderete de helados y una niña que acudía con su niñera a hacer unos recados hasta una policía novata, la guía del teatro, una familia holandesa y varios de los terroristas mismos. A modo de piedras de mosaico, la autora va poniendo cara e historia a muchos de los participantes e involucrados involuntariamente en el ataque terrorista. Muchas de las historias se entrelazan y crean vínculos momentáneos entre los afectados. Especialmente llamativas son las historias de algunos rehenes y de los jóvenes terroristas, en especial el más joven de todos, que sufre bajo las secuelas de una meningitis sufrida al poco de llegar a España.
Aunque los hechos históricos ya nos han acostumbrado a este tipo de narraciones, desde el 11 de septiembre hasta los ataques terroristas en Madrid, en Barcelona, en París y en muchas otras ciudades, la cruda realidad no deja de ser sobrecogedora, algo que no alivia la presentación de la vida de las víctimas. Buena novela.

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