La bestia, Carmen Mola


Después del éxito logrado por sus novelas policíacas (del género «negro sadista» según algunos críticos) centradas en la inspectora Elena Blanco y su Brigada de Análisis de Casos, el colectivo de tres autores Jorge Díaz, Agustín Martínez y Antonio Mercero presentó un manuscrito a la convocatoria de la Editorial Planeta. Ganaron el premio y se vieron obligados a desvelar la identidad del autor o, en este caso, de los autores. El resto, el éxito, es historia.
El salto de las novelas ambientadas en el Madrid de nuestros días al escenario del año 1834 tiene mucho mérito. Nos encontramos en verano de 1984, en plenas guerras carlistas, con una reina Isabel confinada en la Granja y una epidemia de cólera que supera claramente los conocimientos y los recursos de la población y los médicos de muchas ciudades europeas. Madrid era una ciudad encerrada en una muralla provisional, que limitaba su crecimiento y daba origen a un grupo de aldeas de parias sin esperanza ni ley por fuera de la verja. La guerra se traducía en un clima de sospechas e intrigas, pues los carlistas tenían gran influencia en determinados círculos y, al menos eso se dice, el apoyo de la iglesia.
En medio de este clima crispado aparecen varias niñas asesinadas brutalmente. La policía no está en condiciones de investigar los casos, lo que lleva a Diego, un joven y mujeriego periodista, a seguir las pistas que encuentra, descuidando los artículos sobre la epidemia y los prohombres que cayeron bajo su fatal influencia. Julia, una niña de unos 14 años, curtida por la vida que lleva en los arrabales, entra a robar a casa de un fallecido de cólera y encuentra un misterioso anillo, con un símbolo formado por dos martillos cruzados. El robo es interrumpido por la irrupción de un gigante, que persigue con persistencia a Julia, la cual no se puede imaginar a qué se debe este empeño. Diego, Julia y Donoso, un policía medio retirado amigo de Diego, emprenden una investigación con consecuencias funestas para muchos de los implicados.
Las descripciones violentas son desagradables. No obstante, el libro se lee (o se escucha, como en mi caso) con interés, y la trama se va acelerando hasta un final apoteósico.
Como es habitual en los libros de este colectivo de autores, la ambientación es muy buena, los diálogos quizá demasiado «cultos» y homogéneos para una novela con estas pretensiones y el lenguaje sencillo, sin excesivos arcaísmos. Me han gustado mucho las descripciones de las calles y los ambientes del Madrid isabelino y de la picaresca que seguía rigiendo la supervivencia de las capas sociales más bajas. El cuadro que presenta de la sociedad española y madrileña es desolador. No se encuentran en sus páginas buenas personas. Los que parecen buenos revelan su verdadera cara con el tiempo, y la «conversión» de algunos de los protagonistas no les sirve de mucho.
De todos modos, no cabe duda que estos escritores conocen su oficio. Podemos esperar la puesta en escena, probablemente en forma de serie debido a la longitud de una trama que vive en parte de los tiempos y los giros.

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