Miguel Delibes es, junto a Stefan Zweig, uno de mis escritores «de cabecera». Esto significa que procuro leer todos los años alguna obra de ambos autores. En muchas ocasiones son inéditas para mí, en otros casos se trata de releer y disfrutar de nuevo de escritos que ya conozco. Este es el caso de esta larga novela de Miguel Delibes, sin duda una de sus mejores obras y la que le lanzó a la fama, haciéndole merecer el Premio Nadal en 1947. Se ha escrito, y lo ha firmado el mismo autor, que la escritura es demasiado barroca, que la segunda parte sobra, o constituye una novela propia, y que el pesimismo que subyace a toda la obra la hace poco recomendable para personas que sufren un periodo de dificultades o especial tristeza. De todos modos, en sus páginas se encuentran ideas altamente interesantes, y la descripción que hace Delibes de sus personajes es un anuncio de lo que fue después su extensa producción literaria.
La trama, aunque conocida, es digna de mención. Pedro, un huérfano de 12 años, es confiado por su tío y tutor a un maestro abulense que regenta una especie de academia y residencia. La familia a la que Pedro se incorpora incluye, además de Don Mateo y su mujer, a una niña, Martina, una criada y una perrita, Fanny. Poco después se incorpora asimismo a la academia Alfredo, un joven enfermizo y el primer gran amigo de Pedro. La rígida estructura mental y moral de Don Mateo ejerce una influencia perenne en Pedro, a lo que también influye el ambiente peculiar de la ciudad de Ávila.
Es cierto que el lenguaje es barroco en exceso, con una sobreabundancia de adjetivos y un acabado cuidado de cada una de sus frases. Por otro lado, este tipo de escritura era habitual a mediados del Siglo XX y es, sin duda, legítimo. La novela se llevó al cine, aunque la novela no consigue reflejar el curso de los pensamientos y sentimientos íntimos del niño y después del adulto Pedro. Excelente novela.
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