Una vez que el lector se ha costumbrado al «universo Carmen Mola», a la ultraviolencia radical de sus novelas y al ritmo que los hechos, los delitos y el trabajo de la Brigada de Análisis de Casos imprimen a la narración — que incluye la dosis acertada de entorno, descripciones geográficas y elementos secundarios para añadir novedad sin perjuicio de la trama principal —, puede concentrarse en los intentos de los policías de solucionar el caso, de defenderse y defender a sus compañeros y de superar los shocks emocionales que suponen los asesinatos y su brutalidad.
En «La nena» encontramos a la BAC trabajando sin Elena, que se dedica actualmente a tareas benéficas con su madre Isabel. Una de las policías más carismáticas, Chesca, ha asumido provisionalmente el puesto de coordinadora y debería encargarse de introducir a un nuevo miembro, Reyes Rentero, la original sobrina del Comisario con ambiciones políticas que ya conocemos de las otras novelas. Pero el día en que debería hacerlo, después de asistir a una vista en el juzgado para el juicio a que ha llevado una investigación con éxito, Chesca no aparece. No contesta al teléfono, no está en su casa, y su moto aparece tirada junto a un campamento de rumanos. En capítulos paralelos se narran otros hechos, incluyendo el secuestro de Chesca y la vida en una siniestra granja de cerdos de la provincia de Cuenca. A medida que avanza la investigación, la figura de Chesca adquiere matices que no esperábamos después de las dos primeras entregas de esta saga.
Como ya he comentado en este blog, la violencia de carácter patológico es uno de los rasgos característicos de este colectivo de autores del «género negro sádico». Puede resultar desagradable, en función de la sensibilidad del lector. En cualquier caso, no es un aspecto casual, sino integrante de un estilo literario que, al menos así lo reflejan las cifras de ventas en todo el mundo, tiene numerosos adeptos.
El dominio del oficio por parte de los autores es patente. Otros criterios que suelo aplicar a la hora de considerar una novela recomendable o no, como la calidad literaria, la profundidad de los personajes, los valores que pueda encerrar y el regusto que deja en el lector, son más cuestionables.
La credibilidad de la trama y los personajes, con ciertas restricciones, la lograda ambientación en la España actual y el personaje de Elena Blanco, el más carismático de la serie, hace que la novela se lea con soltura e incluso con gusto, si se logra mantener la distancia debida con respecto a la narración. El lenguaje sencillo, podría decirse incluso que llano, con excepción quizá de las canciones que interpreta o simplemente entona la inspectora, facilita ese desapego de lo narrado, necesario a la hora de convivir con una brutalidad más implícita que explícita, y que en la adaptación televisiva de la serie resulta aún más chocante.
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