Los santos inocentes, Miguel Delibes


Después de leer La luz que nunca verás de Anthony Doerr, decidí intercalar una pausa «clásica» y releí, o más bien escuché, Los santos inocentes. El audiolibro que ofrece la Biblioteca Municipal de Madrid es, a mi gusto, algo afectado. En concreto, las voces de Azarías (el «inocente» principal, junto con la «niña chica») y de Paco «el corto» son un poco exageradas. De todos modos, se escucha con gusta. El libro no es muy largo, de modo que he podido escucharlo de un tirón durante un paseo de unas 3 horas por los bosques renanos.
No voy a hacer una reseña de este libro. Me limito a animar a los que no lo hayan leído a que lo hagan. Como es habitual en Delibes, no faltan los términos que no forman parte del acerbo lingüístico de la mayoría de nuestros coetáneos, como «cárabo», por poner un ejemplo. De todos modos, se entiende bien a qué se refieren y, si alguien quiere, basta con teclear un par de letras en el móvil para enterarse de que el cárabo es un tipo de lechuza.
Para completar la inmersión en el mundo rural he visto algunas escenas de la puesta en escena del año 1984, que es bastante buena. Como es habitual, se simplifican algunas cosas, desaparecen algunos personajes y cambia ligeramente el enfoque, que comienza con una visita de Quirce, el hijo menor de Paco y Régula, a sus padres y a su hermana Nieves. Si no viviéramos en una era en la que proliferan las publicaciones buenas y malas, este es uno de los libros que pasaría a la historia por marcar su impronta en el lenguaje contemporáneo.

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