Es difícil reseñar las más de ochocientas páginas de ciencia ficción y acción que contiene este libro, tercer episodio de la trilogía de Liu Cixin. A diferencia de El problema de los tres cuerpos, en cuyas páginas el lector tiene al principio dificultades para orientarse en las coordenadas espaciales y temporales de la narración, y de El bosque oscuro, que lo guía a través de amenazas cósmicas —literalmente— y soluciones apocalípticas, El fin de la muerte sigue una trama más lineal y, al mismo tiempo, de dimensiones inimaginables.
Tengo que dar la razón a Faustino cuando dice que cualquier descripción de la trama se queda corta y puede dirigir la mente del lector en una dirección equivocada, generando spoilers que llevarían a más de uno a desistir de la lectura. Y eso sería un error. Para los amigos de la ciencia-ficción, cada una de las 820 páginas de este libro es un cúmulo de ideas, giros y sugerencias que van incluso más allá de la amenaza latente de un «ataque de bosque oscuro» y el riesgo de una destrucción mutua como línea de defensa frente a un posible atacante.
Si alguien quiere saber qué le falta a la novela, yo le respondería que algo más de profundidad humana en sus personajes. Pongamos por ejemplo a Yun Tianming, un enfermo terminal que acepta ser reducido a un cerebro y ser enviado al espacio para establecer contacto con la civilización de los trisolarianos y negociar un pacto con ellos. O también Luo Ji, el primer «guardián de la espada», es decir, el responsable de activar la destrucción mutua ante un posible ataque. Y sobre todo Cheng Xin, la principal protagonista del tercer libro. Ingeniera aeronáutica, deberá tomar decisiones estratégicas clave para el futuro de la humanidad, renunciando al esperanzador desarrollo de naves capaces de desplazarse a la velocidad de la luz por las huellas que estas pueden dejar en el espacio, llamando la atención de posibles atacantes.
Hay páginas altamence sugestivas, como las transiciones entre mundos de cuatro y tres dimensiones, o la fatal conversión de objetos en materia bidimensional, lo que conlleva la destrucción de planetas completos en pocos minutos. O el viaje a la velocidad de la luz, tanto deseado como indeseado, durante el que el mundo conocido envejece con mucha mayor rapidez. No menos interesante es la estrategia elegida por Yun Tianming para transmitir información sobre los peligros que amenazan a la humanidad en forma de tres fábulas.
En definitiva: recomendable, aunque hay que tener una buena dosis de valor y resiliencia para conservar la atención y llegar al desenlace. Es mejor no ver la serie de Netflix, que va por otro lado, al menos la primera temporada.
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