Se ha comparado esta novela con El mundo de Sofía de Jostein Gaarder. Así como este último introduce al lector en el mundo y la historia de la filosofía, de forma asequible y con un público no limitado a los niños, Schlesser combina la historia de crecimiento de una niña en peligro de perder la vista con algunos hitos de la historia de la pintura y escultura, con especial énfasis en los siglos 19, 20 y 21.
La trama, en pocas palabras: Mona, hija única de Paul y Camille, pierde temporalmente la vista, sin que exista una lesión en el órgano en sí. Tras constatar que la niña posee una agudeza visual extraordinaria, «a la altura de un francotirador de élite», se recomienda un tratamiento psiquiátrico. En paralelo con sesiones de hipnosis, su abuelo Henry la invita a acudir un día a la semana a uno de los tres grandes museos de París para que, en caso de que se produjera una recaída, Mona tuviera en su recuerdo una impresión visual del arte moderno y su modo de ver la realidad. De ese modo, durante todo un año, Mona se va familiarizando con la pintura y la escultura de la mano de su abuelo. Conoce así a Botticelli, da Vinci, Vermeer, Canaletto, Goya, Caspar David Friedrich y Picasso, entre otros, así como a artistas de la vanguardia de finales del siglo 20 y el comienzo del 21, como Mondrian, Hans Hartung, Marina Abramovic o Christian Boltanski. En cada visita, Mona va aprendiendo a «ver» y a «sentir» el arte, al tiempo que va explorando las causas de su ceguera temporal, que se expresa en varias recaídas.
La obra es muy extensa, y abarca obras de arte muy diversas, por lo que exige un cierto grado de compromiso por parte del lector, que puede limitarse a seguir la trama echando un vistazo breve a las obras mencionadas, o intentar adentrarse personalmente en las pinturas y esculturas y sus autores. Algunos críticos subrayan la falta de calidad literaria de la novela —la prosa es sencilla, y la narración no logra mantener la tensión dramática de la enfermedad de Mona— o la reducción de la historia de la pintura a pocas obras, necesaria para conservar una cierta unidad narrativa. De todos modos, me parece una introducción excelente en el mundo del arte, al menos para algunos niños o adolescentes. Si no se tiene la suerte de vivir en París, es posible buscar alternativas en otros museos como acompañamiento a la lectura.
Muy recomendable para un público escogido.
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