Mala suerte, Lee Child


Las series de novelas policíacas, al igual que las series de películas o de televisión, tienen algo adictivo. Lo cual no es de entrada ni bueno ni malo. La serie de novelas sobre Jack Reacher es adictiva, y cabe preguntarse por qué. El personaje es en realidad bastante primitivo, no es un ejemplo de moralidad, es bastante cruel y, como se diría ahora, incapaz de mantener una relación emocional estable. Por otro lado, solo mata a los malos malísimos, y tiene un cierto concepto de lealtad, si bien los objetos de esa lealtad son bastante limitados.
En esta novela aparecen ocho de ellos, que formaron parte junto con Reacher de la escuadra de operaciones especiales de la policía militar. Tipos duros, también las dos mujeres, muy buenos en lo suyo, que es investigar y capturar o eliminar. Esta entrega comienza con una llamada de emergencia, un 10-30 en su jerga, que Reacher recibe cuanto esta comenzando algo así como una relación estable. A partir de ahí, todo es una carrera contra el reloj: uno de los integrantes de la escuadra ha aparecido torturado y muerto. Al parecer, otros están implicados en el asunto que le costó la vida.
El resto es como siempre: la habilidad de Reacher para meterse en líos y salir de ellos a tiros, las consideraciones genéricas sobre lo malo que es el mundo, y un estilo narrativo agradable, directo y rápido. Nada más, ni nada menos. A veces se agradecen novelas así, como una hamburguesa con patatas fritas.

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